Maratón 1/6:
La noche era negra y serena. Los cuatro hombres que tenían un deber, se acercaban sigilosamente a la pared del callejón situada al lado del edificio donde se conocieron y unieron sus destinos. Eran las diez con cincuenta y ocho minutos. Habían salido del hotel sin nombre a la hora acordada: diez con cuarenta y tres.
No se escuchaba ningún ruido salvo el viento que les llegaba desde el oeste. Tocaron la pared con nerviosismo, pero sin hacerla girar. No era el momento aún. Se miraron las caras los cuatro sin saber que decir. No había nada que decir, solo entrar y colocar los explosivos, y luego ir a los otros dos puntos que eran destinados para ese día. Sin embargo, Ross rompió el silencio:
—¿Listos? —preguntó.
Todos asintieron.
—Bien. Hagámoslo entonces.
No había nadie que los viera. Las personas dormían en sus casas sin imaginar que unas personas entrarían en una pared y desaparecerían como por arte de magia, o, que detrás de esa pared había una gran base de narcotráfico.
Entraron entonces.
Bajaron las escaleras. Se cercioraron de que no había nadie y encendieron las luces. Todo era igual a la base de la iglesia. Hicieron lo mismo que aquella base que habían visitado hace unas cuantas horas sin decir ninguna palabra, y programaron los explosivos mientras los colocaban. Salieron de ahí sin decir ninguna palabra y se dirigieron a los otros dos puntos del día.
Pasaron cuatro días desde entonces.
Ochenta y un días para la explosión.
Cuatro días habían pasado desde que el grupo del detective Ross Lynch había empezado la misión. Dieciséis puntos ya estaban listos, solo faltaba uno y era el que tenían enfrente de sus ojos.
Por un instante, una pequeña fracción de segundo, el detective se quedó paralizado en medio del campo verde que tenía alrededor. No pudo dar un paso más porque sintió de manera extraña que su mundo se caía, se destruía, se venía abajo. Aunque bueno, lo que estaba recordando no era de su mundo, sino el del otro Ross que ya había muerto y con él, ese mundo de felicidad y tristeza que había querido olvidar.
Los tres hombres vieron a su líder, confundidos. Ross estaba congelado. En algún lugar del bosque que daba a la ciudad de Monterrey, un pájaro cantó una melodía chillante que hicieron que se le erizaran los pelos al detective. Instantáneamente, supo que esa melodía se la había enviado alguien, un ser de otro mundo cuyo propósito era amargarle el día y destruirle la vida. Robert Modhy quería hacerle saber al rubio que lo estaba siguiendo desde cualquier lado del mundo (y hasta fuera de él), y que recordara que ya su muerte estaba próxima.
Sin embargo, esto no preocupó tanto al detective como lo que estaba viendo antes sus ojos: un granero. El granero era de cuatro metros de alto con sesenta de largo y diez de ancho. Era de madera de caoba pintada con color marfil. El techo era de color blanco, idéntico al que había en la casa de su esposa, aquella que ya estaba muerta y que lo miraba desde el cielo sonriente por lo que hacía, pero a la vez llorando porque sabía que moriría pronto.
Una lágrima salió de su ojo izquierdo.
—Javiera... —susurró con una voz tan baja que ninguno de los hombres que tenía al lado, escuchó lo que había formulado.
«No importa. Cada lágrima que derrame por ti, será pagada con sangre, porque eso fue lo que tú derramaste en tu muerte —pensó el detective mientras se levantaba sin quitar la mirada del granero—. Tu muerte será vengada con sangre, amor... Juro que así será».
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Identidad Ross Lynch [TERMINADA]
Fiksi PenggemarSinopsis: La vida puede dar un giro de 360 grados. Puede cambiar tu rumbo de un momento a otro. Puede darte una cachetada para hacerte despertar y forzarte a ver lo que es la realidad; eso fue lo que le pasó al protagonista de nuestra historia: Ross...