Capítulo 45. La segunda charla.

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Maratón 4/6:

"Londres, Londres. Llorarás al ver a tu gente muerta. Por tus calles correrá sangre que no podrás detener. Serás destruida, y de ti no quedará más que una inmensa oscuridad".

Identidad.

El avión aterrizó en el aeropuerto de la capital de Gran Bretaña. Londres, aún estaba a oscuras. Eran más o menos las tres de la mañana o un poco más, cuando los cinco se bajaron del avión junto con las otras personas. Miraron las estrellas viendo la constelación de la Osa Menor que se alzaba en el firmamento y eso les hizo sentirse especial, pero a la vez tristes. ¿Volverían a ver esa bella constelación en el cielo? Era la pregunta que rondaba por las mentes de los cinco. Esperaban que sí, y harían lo que fuera porque si pudieran hacerlo.

Varias horas separaban los países de distintos continentes. Cuatro horas eran de diferencia entre ambos países, por consecuente, llegaron a esa hora de la madrugada.

Salieron del aeropuerto y observaron las calles con detenimiento. Todo solo, salvo por un señor de mucha edad sentado en la acera con solo una camisa desabotonada, unos pantalones rasgados hasta las rodillas y unos zapatos rotos. Era un mendigo.

Estaba durmiendo y parecía febril y desamparado.

«Me da lástima», pensó el detective.

Sin mirar a sus amigos, cruzó la carretera y fue ante el indigente. Los demás, pensaron en seguirlo, pero Brayan negó con la cabeza. «Es algo que debe hacer solo», les dijo con la mirada y ellos asintieron.

Al llegar el rubio ante aquel hombre enfermo, se arrodilló ante él y le sobó la frente varias veces. Sacó después la cartera de su bolsillo, y con ella, unos cuantos miles de dólares y se los metió en la camisa desabotonada. Se quitó el cinturón de su jeans y se lo colocó al anciano que aún dormía, y con eso consiguió que el dinero no se fuera volando con el viento atronador que soplaba desde el oeste hacia el este. Sacó después un poco de papel arrugado y un bolígrafo y escribió: «Es una bendición de Dios. Vive tranquilo el resto de tu vida», y sonrió de manera satisfactoria, como si hacer esa acción le devolviera la felicidad y la vida.

Se quitó entonces su chaleco y se lo colocó al anciano como si fuera una sabana. Miró a sus amigos quienes les sonreían y cruzó la carretera para estar con ellos de nuevo.

—¿Lo hiciste por algo en específico? —preguntó Raúl mientras todos miraban al líder.

—No lo sé. Solo es algo que me nació de mi corazón —«O lo que queda de él», susurró Robert en su cabeza.

—¿Seguro que es solo eso? —ahora fue Brayan el que habló.

El rubio pensó.

—Bueno, he pensado que si salgo vivo de esto, montaré una fundación para los pobres —dijo—. No me gusta ver a la gente así. No sé si se lo merezca o no, pero no me gusta.

—Entiendo —dijo Brayan, sonriéndole. Pues estaba feliz al notar que su amigo aún tenía un espíritu limpio y un corazón bondadoso que estaba dispuesto a ayudar a otros.

—Tienes un buen corazón —comentó Lloris.

—Ahorita no lo creo. Ahorita, mi corazón solo quiere venganza y muerte, y eso no es ser bueno. En el futuro, puede que lo sea —habló con inexpresividad el detective.

—A veces me das miedo —aseguró Gerardo.

—A veces, yo mismo me doy miedo. Pero, soy lo que ves —dijo Ross—. Ahora, dejemos de hablar y vámonos a un hotel. Hay que dormir para mañana.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora