Capítulo 43. Tengo un plan.

74 16 4
                                    

Maratón 2/6:

Rubén McCall (apodado el hombre de la cicatriz por muchos), había mandado a llamar a su lacayo de confianza: Marcel Ryan, ya que sus otros dos hombres estaban desaparecidos de la faz de la Tierra. Alex (que era el hombre encargado para llamar a Marcel), estaba parado afuera de la Iglesia y el aire de la mañana le estaba llegando. Sacó su teléfono del bolsillo izquierdo de su blue jeans y marcó el número del hombre buscado.

Marcel contestó al instante.

—¿Sí? ¿Eres tú, Alex? —preguntó Marcel desde el otro lado de la llamada.

—Así es, señor Marcel.

—¿Qué quieres? —preguntó en tono amistoso.

—El jefe lo llama. Quiere verlo a la de ya.

—¿Por qué? —preguntó intrigado. «Esto no me está gustando —pensó Marcel—. Posiblemente...».

—El señor Raúl y su hermano Gerardo, han desaparecido misteriosamente —explicó—. Por eso, quiere que usted venga.

«Por supuesto. Brake tuvo que haber hecho lo que debía hacer. Sin embargo, ¿A quién estará ayudando?», pensó.

—Dile que iré ya mismo. Tomaré el primer avión a... Monterrey. Imagino que aún está allá, ¿no?

—Sí. Aquí está, en la iglesia.

—Ya mismo voy para allá.

—Nos vemos entonces. Que tenga un buen vuelo —deseó el hombre.

—Gracias —colgó.

Alex entró en la iglesia. Fue a la base y ahí lo esperaba su jefe, el hombre de la cicatriz. Llegó a su lado y le tocó el hombro. Asintió y habló.

—Ya me he comunicado con Marcel. Dice que ya viene. Tomará el primer vuelo y vendrá acá. Espérelo.

—Lo haré —dijo Rubén, pero su voz sonaba vacía. Pensaba en otras cosas. ¿Qué cosas? Cosas que a su parecer no tenían sentido, pero que tal vez con Marcel a su lado, encajarían.

—Seguiré con lo mío —dijo Alex y se fue dejando a Rubén en sus pensamientos.

Pasaron horas.

En el aeropuerto de Monterrey, Marcel llegaba y se bajaba del avión. Pero, antes de hacer eso, tuvo una pequeña plática con la azafata que había estado en el vuelo.

—Espero que haya tenido un excelente viaje —dijo ella, sonriente.

—Lo he tenido, señorita.

—Que bueno escuchar eso. Largos días en la vida.

Él la miró extrañado, confundido.

—¿Qué ha dicho? —preguntó con curiosidad.

—Es una frase que me dijo un hombre que venía con otro hombre. Eran personas buenas, o eso parecían.

Pensó: «Muy bien lo ha dicho: "O eso parecía"».

—¿Recuerda a esos hombres? ¿Sabe como se llaman?

—No. Solo tuvimos esa pequeña plática.

—¿Cómo eran?

—No los recuerdo muy bien, solo sé que el que me dijo eso, parecía un buen hombre, pero su mirada era la de un autentico asesino. No he visto una nunca en mi vida, pero sí en las películas.

—¿Y el otro?

—Parecía el acompañante, solo eso. Aunque a veces se dice que el que parece bobo es el que al final muestra las espuelas, ¿no lo cree así, señor?

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora