~28 DE ENERO~
-¿Terminaste los deberes?
-Sí.
-Pues vamos, que Anna me va a enseñar a hacerte una trenza.
-¡Bien! –Elyssa subió las escaleras corriendo mientras que yo miraba a Dylan divertida.
-¿En serio que le dijiste a Anna que te enseñara?
-Claro, ¿por qué no?
-No, no, si no veo nada de malo en eso... –Le sonreí antes de que un grito por parte de Elyssa llamando a Dylan me hiciera reír. –Sube, que te está esperando.
-Ahora bajamos. –Dylan besó mis labios antes de retirarse mientras que yo me quedaba sentada en el sillón para seguir viendo la televisión. Lo que no esperaba en esos precisos momentos, fue que el timbre de la puerta sonara. No estábamos esperando a nadie hoy...
-¿Ángela? –Pregunté confundida al abrir la puerta y ver a aquella peculiar señora delante de mí con una sonrisa encantadora como siempre hacía. ¿Pero qué diablos hacía la asistenta social de nuevo aquí? ¡Pensé que todo esa etapa ya la habíamos dejado más que atrás!
-Me da gusto volver a verla y que me haya reconocido, señora White. –Abrí aún más los ojos cuando me llamó por mi apellido. Mierda... –¿No me va a invitar a pasar?
-S-sí, claro. –Me hice a un lado dejándola entras mientras que ella caminaba hacia el salón como si se conociera la casa como la palma de su mano.
-Veo que redecoraron la casa.
-Sí... –Murmuré sentándome a su lado algo impacientada por descubrir que quería. –¿Quiere tomar algo?
-No, gracias. Sólo vine a confirmar un pequeño detalle que olvidaron comentarme la última vez que pisé esta casa. –Ay, madre. Tragué saliva mientras que ella continuaba. –¿Es cierto que llevan cuatro años divorciados?
-Sí...
-¿Y por qué sigue usted viviendo en esa estancia de ser así, señora White?
-Umm... Dylan y yo decidimos retomar la relación y... Decidí volver a vivir aquí.
-Pero la custodia la sigue teniendo el señor Hoffman. Usted sólo puede ver a la niña los fines de semana y algún día que otro entre semana. –Afirmó leyendo las hojas de papel que tenía en las manos. –¿Sabe usted que no...
-¡Mami! ¡Mira la trenza que me hizo papá! –Elyssa llegó a mi lado mostrándome con orgullo la trenza no muy bien hecha que tenía en el pelo. Miró a Ángela al percatarse de aquella desconocida que la miraba con curiosidad haciéndola sentir, me arriesgaría a decir, incómoda.
-Oh, ¿esta es la niña?
-Sí.
-¡Pero qué grande está! Y qué guapa también...
-¿Quién es esta señora, mami? –Preguntó Ely medio escondiéndose de ella con mi cuerpo.
-Soy Ángela, la asistenta social.
-Asistenta... ¿Qué?
-Asistenta soc...
-No importa quien sea, Elyssa. –Dije interrumpiéndola algo secamente. –Ve a decirle a papá que baje, ¿sí?
-Vale. Adiós, señora.
-Adiós, Elyssa. –La niña salió del salón casi corriendo para volver a dejarnos solas. –¿Aún no sabe que es adoptada?
-No, no hemos encontrado el momento adecuado para decírselo y me gustaría que siguiera siendo así hasta el momento.
-Entiendo. Pues como le iba diciendo... –Los pasos de alguien bajando las escaleras resonaron en el salón haciéndola callar nuevamente antes de Dylan apareciera en nuestro campo de visión con el ceño fruncido. –Señor Hoffman, un gusto volver a verle.
-L-lo mismo digo, Ángela. –Dylan le extendió la mano en forma de saludo que ella aceptó encantada. –¿A qué se debe esta visita?
-A vuestro divorcio.
-Oh... –Dylan hizo una mueca de desagrado antes de coger mi mano al sentarse a mi lado. –Tenemos pensado volver a casarnos cuando...
-Aún no he acabado, señor Hoffman. –Dijo seriamente como si no le hubiera gustado nada que Dylan lo interrumpiera. –La custodia de la niña la tiene usted, ¿verdad, señor Hoffman?
-Sí.
-Entonces, deberían cambiarla u obedecerla.
-¿Perdón? –Se me escapó comenzándome a enfadar.
-Lo que quiero decir, es que parece que nos están tomando el pelo.
-Eso no es verdad.
-Lo es, señora White. Si están divorciados, usted no tiene porqué vivir aquí ni porqué ver a la niña todos los días.
-Pero...
-Vuelvo a decir que tienen dos opciones: Cambiar la guarda y custodia, o volver a su antiguo domicilio, señora White.
-Está bien, está bien. La cambiaremos...
-Muy bien. Ahora me gustaría hablar con la niña.
-No. –Dije negando con la cabeza rotundamente.
-Olivia...
-¡No! ¡No quiero que esto se convierta en un interrogatorio innecesario con preguntas que ni siquiera sabrá responder!
-Livvy, cálmate.
-Es la normativa, señora White. No puedo acabar mi visita hasta que no hable adecuadamente con la niña.
-¡Pero he dicho que...
-¿Mami? ¿Por qué estás gritando?
-Te dije que no podías bajar todavía, Elyssa... –Murmuró Anna llegando a su lado. –Lo siento, me distraje un momento y salió de la habitación corriendo.
-Mucho mejor así. ¿Te gustaría tener una pequeña charla conmigo, Elyssa?
-No. –Volví a decir rápidamente soltándome del agarre de Dylan. –Vuelve a tu habitación, Elyssa.
-¿Por qué no puedo estar aquí?
-Porque no puedes, hija.
-Estoy dispuesta a negociar que Anna se quede durante la conversación. No será larga.
-Sí. –Miré a Dylan asombrada antes de que me cogiera en brazos pillándome desprevenida para subir las escaleras hacia la segunda planta.
-¡Suéltame, Dylan!
-Joder, Olivia. Cierra la boca, ¿quieres? Estás asustando a Elyssa con tanto alboroto.
-¡Que me sueltes! –Entró en la habitación ignorándome para soltarme sobre la cama antes de salir cerrando la puerta con llave. –¡Dylan!
-Lo siento, pero no me diste otra alternativa...
-¡Te odio! –Grité golpeando la puerta por última vez antes de volver a la cama de mal humor. ¿Es que no pensaba en lo que estaba haciendo? ¡Esa estúpida le haría preguntas de todo tipo a Elyssa y ella no entendería nada!
Dios, como te odio, Dylan Hoffman.
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¿Me adoptas?
General Fiction¿Qué pasaría si una madrugada te encontraras con un bebé en la calle? ¿Y si ese bebé tiene una nota en la cual dice "adóptame"? Olivia White era una chica de veintitrés años que adoraba a los animales y estaba totalmente en contra del maltrato anim...