Capítulo 50

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~ 21 DE JULIO~


-Pues no sé, los dos me gustan...

-Pero solo podemos elegir uno, Livvy.

-¿Y por qué no los dos?

-Pues... –Dylan puso cara de pensativo mientras que las esperanzas para que su respuesta fuera afirmativa crecían en mi interior. –Está bien. No me convence mucho, pero lo haremos así. –Solté un gritito de felicidad antes de abrazarlo.

-Podríamos poner la cuna por aquí y la cama en este lado.

-Sí, y el sillón por aquí, ¿no?

-Ajá... –Asentí imaginándome el cuarto de nuestro futuro hijo.

Dylan y yo nos habíamos pasado una buena parte de la tarde mirando revistas de muebles y habitaciones decoradas para hacernos una idea de cómo hacer la de nuestro pequeño bebé.

-¿Y qué te parece si también ponemos... –El timbre de la puerta sonó a lo lejos interrumpiéndome. –¿Anna no se llevó las llaves?

-Me imagino que sí. ¿Vamos? –Ambos salimos de nuestra habitación para dirigirnos al salón intrigados. –¿Me preparas un café en lo que voy a abrir?

-Claro. –Caminé hacia la cocina a pesar de mi curiosidad por saber quién era. No esperábamos a nadie y era muy raro que Anna saliera de casa sin su juego de llaves. La susodicha había salido a hacer unas compras al supermercado y a Elyssa se le había ocurrido acompañarla para que no fuera sola.

Suspirando, preparé la cafetera eléctrica escuchando voces desconocidas desde la entrada antes de que Dylan me llamara.

-¿Qué pasa, Dyl?

-Estos señores preguntan por ti. ¿Los conoces? –Levanté la cabeza descubriendo la mirada asombrada y asustadiza de una pareja de unos cuarenta y tantos años.

-¿Hola?

-¿E-eres Olivia?

-Sí. –Afirmé frunciendo el ceño. Nunca antes los había visto en mi vida. ¿Quiénes podían ser?

-Soy tu...

-No, no puedes llegar y decirlo así. –Le dijo el hombre a la mujer por lo bajo, pero no lo suficiente como para que no pudiéramos oírlo. Con una sonrisa amable en los labios, se giró hacia nosotros disculpándose. –No le des importancia, hija. Mi mujer no sabe lo que dice a veces. –Volvió a sonreír como si quisiera quitarle importancia al asunto. –Se empeñó en venir a tocar a pesar de que los apellidos escritos en el buzón no eran los mismos que la persona a la que buscamos. Sentimos haberos molestado. –Se dio la vuelta con la intención de irse sin ni siquiera dejar que alguno de los dos le respondiéramos, pero al ver que su mujer no se había movido ni un ápice, retrocedió cogiéndola de la mano. –Tenemos que irnos, Elena... No podemos seguir invadiendo la privacidad de esta pareja.

-¡Mami! ¡Mami! ¡Mira lo que me compró nana! –Gritó de repente Elyssa saltando con una sonrisa radiante en la cara hacia nosotros. –¡Ya puedo pintar dibujos sin esperar a que me dibujes algo!

-Que bien, cariño... –Le sonreí algo aturdida al ver como aquellos desconocidos habían aprovechado para escabullirse a pesar de que la mujer se resistía sin apartar la vista de Elyssa con los ojos visiblemente llorosos. ¿Pero quiénes eran estas personas?

-¿E-es tu hija? –Preguntó la mujer de pelo castaño en cuanto su marido frenó viendo que no iba a desistir de su cometido.

-Sí.

-Vamos a pintar, pipita... –Murmuró Dylan percatándose probablemente de los mismo que me pasaba a mí por la cabeza.

Los tres, Dylan, Elyssa y Anna entraron en casa dejándome a solas con aquellos desconocidos que ya estaban empezándome a parecer sospechosos. ¿Quién tocaba en la puerta de tu casa haciendo preguntas sin conocerlos de nada?

-Disculpa, ¿pero nos conocemos de algo?

-Yo...

-No, ya le dije que nos equivocamos de persona, señorita. Hasta luego. –El hombre, cuyo nombre seguía sin conocer, volvió a tirar de su mujer hasta salir completamente de los alrededores de la casa.

¿Pero qué significaba todo esto? ¿Quiénes eran esas personas y que querían de nosotros? Yo no los conocía de nada, y parecía que Dylan mucho menos, pero... ¿Para que habían venido entonces?

-¿Ya se fueron? –Preguntó Dylan en cuanto volví a la cocina junto a ellos aún confundida.

-Sí, pero... Todo es muy raro, ¿no crees? Ahora tengo la impresión de que me recuerdan a alguien...

-Pues a mí no. –Contestó él mientras que recibía la taza de café que Anna le había entregado. –Es la primera vez que los veo.

-Igual yo, pero... ¿Tú los conoces, Anna?

-No, señora. Es la primera vez en mi vida que los veo también.

-Pues no sé... –Me encogí de hombros sentándome junto a Elyssa que pintaba en su nuevo libro de dibujos.

-¿Alex no se ha movido?

-Todavía no, pequeña. Estará dormidito. –Asintió con la cabeza sin insistir mucho más para seguir pintando.

-Este se lo regalaré a Alex. ¿Lo podemos poner en su cuarto?

-Claro, pero primero tendremos que comprarle un cuarto. –Dijo Dylan riendo. –Antes estábamos viendo algunos catálogos sobre los muebles que podemos poner hasta que nos interrumpieron.

-Sí, el cuarto quedará hermoso. –Dije sonriéndoles a ambos.


☼☼☼


-¡Charlotte no quiere caminar!

-Normal, los gatos no están acostumbrados a ir amarrados, Ely. –Dije poniéndome a la altura de la gata para desabrocharle la correa que tenia enganchada al collar. –Ya está, Charl. Puedes ir a donde quieras. –Charlotte sacudió su cuerpo antes de salir corriendo hacia el interior de la casa huyendo de Elyssa.

-¡Y ahora si camina!

-Ya te dije que los gatos no van amarrados, Ely. Y mucho menos Charlotte que lleva toda su vida suelta.

-Bueno, vale... ¿Puedo bañarme en la piscina?

-Sí, pero sube a por el bañador.

-¡Bien! ¿Te bañas conmigo?

-Sí, venga. Te acompaño a arriba. –Las dos subimos a la segundo planta para cambiarnos de ropa por los bikinis antes de volver al jardín trasero.

-¿Jugamos a la pelota dentro del agua, mami?

-Hmm... No tengo muchas ganas, Elyssa... ¿No quieres tomar el sol?

-No me gusta...

-Entonces quédate donde pueda verte, Ely. Estaré sentada aquí. –Dije acomodándome en la hamaca tras ponerle los manguitos para que se metiera en la piscina. Iba a aprovechar los rayos de sol antes de meterme en el agua para coger algo de vitamina c. Aquel encuentro fortuito me había dejado sin energía alguna.  

¿Me adoptas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora