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Capítulo dos


Los días pasaban, y lo único que hacía en mi diario vivir, era salir a caminar por las tardes, y volver a casa al anochecer.

Eso, hasta que la escuela decidió encontrar un espacio temporal para impartir las clases.

El edificio que había sufrido el incendio, estaba en ruinas. Total y completamente.

Contando de manera exacta, habían pasado unos cinco días desde que la escuela se había prendido en llamas. No tenía ánimos de volver a clases, sinceramente. Pero tendría que hacerlo de todas maneras. No es algo de querer o no.

Cuando lo hice, un lunes por la mañana, no estaban ni la mitad de alumnos de todos los niveles en aquel reducido espacio. Quizás no se habían enterado todos del lugar en el que se harían las clases, o tal vez... había muchos chicos en el hospital. Rogué internamente que no fuera eso la causa principal.

Me acerqué a una chica que estaba sola, leyendo, en una de las diminutas salas de aquel establecimiento.

—Hola —saludé con una pequeña sonrisa

Ella solo movió la cabeza en señal de respuesta

—Tú... ¿Eres de tercero? —le pregunté, intentando entablar conversación

—Sí. Tú no, ¿Verdad? Nunca te había visto en mi vida —me miró de pies a cabeza, con aires de curiosidad

—Cierto. No soy de tercero. Bueno, o sea...s-si —me tomé la nuca, nerviosa—. Soy de tercero, pero no de tu letra. Soy del b.

Me observó un momento, de forma examinadora

—Ah —se alzó de hombros—. Pareces nerviosa. Relájate, no pasa nada —me dedicó una sonrisa breve y amable

Me senté en la silla a su lado, que estaba desocupada.

—No te voy a mentir —suspiré—. Ando de curiosa. ¿Sabes que le pasó al chico ese, que incendió la escuela?

Aquella muchacha soltó el libro en un movimiento brusco, y me miró luego de un momento en que pareció reflexionar algo intensamente

—¿Hablas de ese de mente que se quiso suicidar? —sus ojos destellaban ira—. Pues sí, sí sé lo que le pasó. Por desgracia no se suicidó, y por desgracia no le pasó nada.

Su rostro no podía demostrar más enojo.

La observé esperando a que siguiera hablando;

—Estaba internado en el hospital, porque se supone que iban a ver si tenía alguna fractura. Luego lo mandarían a un psiquiátrico... —se quedó muda unos segundos mirando fijamente a la pared—. ¿Y sabes que hizo? Ese enfermo de mierda se escapó de su habitación. Se esfumó, así sin más —volteó a mirarme y golpeó sus manos—. Y lo peor es que no tenía ningún rasguño. Nada.

La miré impávida, sin saber que responder respecto a eso

—Ah —musité—. ¿Por qué tanto odio? ¿Acaso te hizo algo?

Al segundo me arrepentí de lo que dije. ¿Qué más que incendiar la escuela y quemar vivos a varios chicos? No sé qué pasaba por mi cabeza...

—Disculpa, es decir...si, sé que quemo la escuela y todo, pero enserio pareciera como si te lo tomaras personal —me corregí

Su rostro severo, me dedicó una mirada fría

—Si, se a lo que te refieres. Mi hermano salió con quemaduras graves de eso —habló algo sentida—. Ese enfermo de mierda merece irse de por vida a un loquero. Permiso, tengo que irme.

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