C a t o r c e

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Capítulo catorce


Era extraño volver a casa. Mi habitación, parecía tan...distinta a cómo la recordaba. ¿O la distinta era yo?

Comencé a repasar las paredes de mi dormitorio. Aquellas paredes pintadas de distintas gamas de azul, arremolinadas en espiral, y en distintas formas a lo largo del muro; una sensación de mareo se apoderó de mi.

No me sentía bien.

Corrí en busca del baño, y devolví todo lo que había comido el día anterior.

—¡Hija! ¿Te encuentras bien? —mi madre había corrido al escucharme vomitar, y ahora estaba parada a la entrada del baño

El día anterior, cuando me habían rescatado de aquella casa en la que había estado encerrada por semanas, fuimos directo a un hospital cercano. Querían hacerme pruebas. Debían hacerlas, para saber si había sido violada o estaba embarazada por lo mismo.

Pero me negué. No quería que nadie me tocara. Me sentía expuesta...

Así que después de que corrí a encerrarme en uno de los baños de aquella sala de espera, mi madre fue a tocar la puerta, diciéndome que tan sólo me darían unas pastillas para asegurarme que estuviera bien. Quizás eso me estaba haciendo estragos en el estómago. O eso pensaba yo. 

—Sí, tranquila. Estoy... —en cuanto dije esto, volví a agachar el torso contra la taza del baño, vomitando nuevamente

Cuando me pude calmar un poco, volví a mi habitación y mi madre me siguió a paso calmado.

—Hija... tenemos que hablar. Necesito que me digas todo lo que paso —me miraba angustiada, con aquellos ojos cafés claro analizándome—. El Oficial August tomará tu declaración mañana. Dijo que por ahora debías descansar.

Asentí sin ánimo de decir nada al respecto.

—¿Me dirás...? —preguntó con expresión de temor—. ¿Qué te hizo ese hombre? 

No podía decirle...O si podía, pero no quería.

Así que, por un intento estúpido de cubrir a Cayden, mentí.

—Nada, má. No me hizo nada —admití, bajando la vista a mis manos que retorcía nerviosa

No pude mirarla a los ojos. Rato después oí a mi madre sollozar. Creo que sospechaba que no era cierto lo que le decía.

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Al día siguiente, tal como mi madre había dicho, tuve que ir a declarar mi versión de todos estos hechos con la policía. Mi padre me acompañó en el auto, y llegamos justo tres minutos antes de la hora.

Mi papá respetó mi silencio. No pareció querer incomodarme, y por lo mismo no me preguntó nada durante el camino a la comisaria, ni mucho menos en la sala de espera.

—Señorita Halter —llamó un oficial, asomándose desde un pasillo que parecía enorme

Fuimos con mi padre hasta la sala en la que me preguntarían todo.

—Sus padres denunciaron que se había extraviado. Estuvo desaparecida por aproximadamente dos semanas —leyó en su libreta—. Testigos dijeron haber reconocido su rostro en una chica que les apuntó con un revolver en las afueras de la casa del señor Aldridge —pausó un momento

Mi padre me dirigió una mirada fugaz, pero intensa

—Se presume que el culpable de tener secuestrada a la señorita Halter, es el presunto responsable del incendio en la escuela New Horizon —se aclaró la garganta, y me dirigió una mirada escrutadora—. Necesito que responda alguna preguntas

—De acuerdo —asentí

—¿Usted asume haber sido secuestrada, y/o abusada sexualmente por el señor Cayden Aldridge? —preguntó con un tono demasiado aterrador

Lo pensé un momento

—No —respondí al fin

—Le repetiré la pregunta —me miró incrédulo—. ¿Usted asume haber sido...?

—No —respondí antes de tiempo—. No me violó

El tipo, ya sin ánimos de repetir, anotó resignado lo que le acababa de decir. Y mi padre, me observaba inseguro.

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No entendía que me pasaba por la cabeza.

No podía dejar de pensar en que me sentía extraña por toda esta situación, es decir, quería hablar con aquel chico...

Por alguna razón sentía la necesidad de saber en dónde estaba, o cómo estaba Cayden. 

—Hija, tengo buenas noticias —entró mi padre en el comedor, mientras intentaba leer un libro que había dejado pendiente antes de todo esto

—¿Si? —contesté, alzando la vista hasta él

Venía con la mirada alegre. Sus ojos azules chispeaban ánimo.

—Ese desgraciado está en prisión —sonrió amplio—. Determinaron que no tiene ninguna carencia mental, y que está en perfectas condiciones para ir allí.

—P-pero, yo dije que él no me había hecho nada —dije nerviosa, dejando el libro de lado

—Te secuestró, aunque no quieras decirlo. Además, es ilegal que te tuviera allí cuando eres menor de edad. Y sumándole que hay pruebas suficientes para atribuirle el incendio... —se alzó de hombros, como sin nada más que añadir, y se alejó hasta el refrigerador

Él estaba en prisión.

Solo había una prisión en la ciudad. Y tenía que ir.

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