❝Desearía poder sacudir la horrible sensación,
¡Deseo que mi mente se detenga!
Tal vez estoy loco, y mi mente trata de engañarme.
Mientras el suelo se desvanece me pregunto,
¿Será el cielo el próximo en fallarme?❞
-Alesana
Parece que una voz lejana me llamara insistente. O mi mente me gritara para salir de ella.
Pero sólo estaba despertando del efecto aturdidor de los sedantes que me habían inyectado.
Ya no estaba entre las cuatro paredes blanquecinas y viejas; ahora estaba en un lugar en el que ni siquiera podía distinguir su color . Estaba oscuro, y lo único que daba un rastro de luz allí era la luna a través de la ventana y las cortinas.
Todo estaba oscuro. Ningún ruido se percibía. Y creí que estaba solo, porque por más que busqué con mi dañada mirada por todos lados, no encontré al que se supone era mi compañero de habitación, y el cual había visto antes. Nada. Sólo un catre y un colchón, y una alfombra por todo lo largo del suelo.
Sentado con la espalda contra la pared, intenté meter la cabeza en mis rodillas.
Algo me aturdía en las sienes, y era una puntada intensa.
Y cuando miré hacia la puerta, mis ojos me jugaron la peor jugada que pude vivir nunca;
Allí estaba ella, parada y seria, justo en la esquina de la habitación. Me miraba implacable, y parecía querer herirme con sólo concentrarse en mirar.
—¿Elise? —murmuré con temor
No sé porque le temía. ¿Acaso era ella en verdad?
Estaba inmóvil, con el cabello cayendo sobre sus hombros.
Mis ojos estaban pegados a su silueta, y a su mirada siniestra.
¿Deberían mis ojos creer lo que veían?
Me levanté lentamente de mi lugar en el suelo, y me acerqué con sigilo; su mirada seguía cada acción, y su posición no se movía ni un espacio.
—Elise... —susurré cuando estuve a su lado
Con cierto terror, acerqué mi mano a su hombro. Giró su rostro contra mi presencia;
¿Qué le pasaba a su mirada?
—Tú estás muerta —le dije en voz baja
Algo estaba mal. Esto no estaba siendo algo real, y mi cabeza se estaba esmerando en convencerme de lo contrario.
Tenía que convencerme de que ella se había ido.
—Si —respondió, y sentí que se me helaba el cuerpo—. Tú me mataste
Me alejé.
Mis manos estaban sudando, y mis dientes rechinaban. ¿Esto estaba pasando?
—Basta...—negué frenético—. No... Yo no te maté, te mataron ellos, tu ni siquiera estás aquí, ¡Ya basta! —grité golpeando mi cabeza
Los pensamientos de que lo que estaba diciendo era cierto, me atropellaban ruidosos.
—¡Basta! —insistí—. Yo lo vi todo, yo...

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Insane
RomanceÉl iba a suicidarse desde el último piso de su escuela, la cual acababa de prender en llamas. Pero el destino quiso que no fuera así. Al lanzarse al vacío, bomberos y una colchoneta inflable lo esperaban ahí abajo. Cuando abrió los ojos, observó a u...