D i e c i s é i s

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Capítulo dieciséis

—Hija, tengo que contarte algo —mi madre se sentó a mi lado, con la mirada afligida

Sólo la observé mientras se sentaba, sin mediar palabra, cruzando sus esbeltas piernas y ubicando sus manos alrededor de sus rodillas.

—Sé que sólo han pasado unos... cuantos días desde que te hicieron ese daño tan grande mi niña...pero debes volver a la escuela o perderás el año —me miró con ojos compasivos

Miré a mi madre con aire ausente, y asentí sin mucho ánimo

No tenía idea que hacer con mi vida.

Después de todo lo que había pasado, me sentía descolocada en mi propia realidad. Es decir, ¿Esta era mi realidad, de nuevo? ¿Debía seguir mi vida, tal como antes, cómo si nada hubiese sucedido?

Y lo peor, es que lo único que me motivaba en estos momentos, se convertía en algo dificultoso de realizar. Ya no podía volver a ir a Stanborn. El oficial que me había tomado las preguntas la otra vez, había llamado a mis padres diciendo que había ido a ver a mi victimario.

Sentía un vacío extraño. Era como si me hubiese acostumbrado a estar con Cayden, a pesar de solo haber pasado al menos unas dos semanas con él.

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La escuela no estaba mal. Seguía siendo en aquel lugar de reemplazo, ya que las viejas instalaciones no serían reconstruidas hasta dentro de un año. No me juntaba con nadie, pero todo era soportable. A excepción, de las miradas fisgonas que recibía, porque probablemente ya varios sabían que había sido secuestrada por el mismo chico que había incendiado la escuela.

Fuera de eso, no me estaba costando llevar la vida que tenía antes.

—Hola —sentí una voz a mi lado

Volteé sin mucho interés. Había un chico moreno, y alto frente a mí.

—Hola —respondí sin mucho ánimo y seguí hundida en mi lectura

Había pedido un libro que me había llamado la atención por la portada, pero... hasta ahora resultaba ser solo la historia de un pobre chico con pocas habilidades para socializar, que se enamora de una chica con frasesitas metafóricas y sobre valoradas.

—¿Así que ''Buscando a Alaska''? —preguntó con una voz profunda—. ¿Te gusta la narrativa de Green, no?

Sólo lo miré de vuelta, sin decir nada.

Sus ojos expresivos, me miraban atentos esperando una respuesta. Y volví a mi lectura, ignorando esto.

—A mí me encanta. Es como ¡Guao! Te lleva dentro del libro con poco esfuerzo —volvió a desconcentrarme de mi lectura

Volteé hacia el chico, saliéndome vez más de mi lectura y sonreí

—La verdad es que no, no me gusta. O bueno... quizás si me gusta su narrativa, pero lo que va de este libro, no me gusta ni un solo detalle —respondí y luego bufé

Se quedó boquiabierto

—Nah, la verdad es que ni leo —refunfuñó

Alcé una ceja

—¿Me acabas de mentir para impresionar? —le miré ya totalmente desconcentrada del libro

Torció el gesto, y luego se rio mostrando una sonrisa adornada por su barba oscura.

—Eh, mira. Te diré la verdad. Si, leo —se quitó el bolso a su espalda, y buscó algo hasta que lo sacó tendiéndome el objeto—. Esto. Pero, sinceramente a Green no lo he leído nunca. Sólo quería impresionarte.

El libro que me mostraba era un clásico. La divina Comedia

—Bien —asentí

—Soy Javadd —me tendió la mano—. No te presentes, sé que te llamas Elise y varias cosas sobre ti—volvió a sonreír

Genial. Probablemente sabía lo de Cayden...

—¿Cómo que cosas? —inquirí nerviosa

—No lo sé, tu grado y... bueno solo eso —se rascó la nuca, alzando la comisura de los labios—. Soy malo mintiendo

Nos quedamos en silencio. Hasta que volvió a hablar;

—Bien. Si no te molesta, este receso es largo, y voy a leer a tu lado. Juro no interrumpirte —abrió su libro, y fijó su vista en el

Me lo quedé observando un rato. Parecía un chico muy simpático

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A la salida de la escuela, procuré no perderme camino a casa. Pero en cuando llegué a mi casa, la cara de mis padres embargados con el pánico me sacó de onda.

¿Qué había hecho mal?

—¡Hija! —gritó asustada mi madre—. Estábamos asustadísimos...

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté mirándola a ella y a papá

—¡Te dijimos que íbamos a ir a buscarte a la escuela! No estabas, y creímos que... —mi padre terminó de hablar poniéndose una mano en la frente—. Sólo pon más atención a lo que te decimos, ¿Si? No queremos que te vuelva a pasar nada

Asentí, e intenté calmarlos. De verdad no recordaba nada de lo que acababan de decirme.

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