T r e c e

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Capítulo trece

—Supongo... que ahora me dejaras ir —pregunté algo temerosa, mientras estaba boca arriba en la cama

Los jadeos de Cayden cesaron cuando terminé la pregunta

—No —soltó, y se levantó para irse de la habitación

¿Me estaba tomando el pelo?

—Oye —lo detuve, siguiendo sus pasos—. Dijiste que me dejarías libre

—¿Y? —se volteó bruscamente—. La gente miente. Aprende a no confiar en nadie, menos en alguien que te tiene encerrada en esta pocilga

Me sonrió de manera burlona, y me dio un corto beso del que luego me safé. Me limpié la boca con el antebrazo.

—Imbécil —mascullé y volví a la habitación de siempre

Esto se volvía una estupidez.

  ❈ ❈❈ 

Intenté dormir, pero algo me despertó. No era la luz de la mañana, ni nada parecido. Era un ruido ensordecedor.

Desperté a malas ganas, y escuché con mayor detenimiento.

Botaban cosas. Escuchaba gritos...

Me levanté de inmediato de aquella cama, y bajé hasta el piso de abajo

—¡Elise! —exclamó mi madre

¡¿Qué demonios hacía ella aquí?!

Tenía los ojos llorosos, mientras unos policías forcejeaban con Cayden. La puerta estaba abierta, y desde afuera se veía un tumulto de curiosos mirando a que se debía el griterío. También se veían dos patrullas policiales.

No respondí ni en palabras ni acciones. Me quedé inmóvil como piedra, sin saber qué demonios hacer. Mi madre se abalanzó con sus delgados brazos envolviéndome, mientras mi padre venía entrando por la puerta, con el semblante que solo le veía en momentos malos.

—¡Gracias a Dios! —sollozó mamá—. ¡Estas bien! ¡Viva!

Miré a un lado. Parecía buscar ayuda o algo en Cayden, pero él estaba aprisionado entre dos policías

Se lo comenzaron a llevar a rastras por la puerta principal

—¡Cayden! —grité

Los policías, por alguna extraña razón, se detuvieron. Mis padres me miraron confundidos.

—Señora, usted dijo que su hija no tenía contacto alguno con este individuo —anuncio uno de los oficiales

—¡No! Claro que no lo tiene... —exclamó con desesperación

Cayden me miraba con cara de temor, como diciéndome ¿Qué carajos hago?

Pero esta vez no podría hacer nada.

Rápidamente me abracé al torso de mi madre, y hundí mi cabeza en su pecho. No quería saber de nada más.

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