T r e i n t a y c i n c o

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Capítulo treinta y cinco

Lo miré confundida.

Recordé como me había tratado en la cabaña. Lo había olvidado por un segundo, pues había sido demasiado bueno en estas últimas horas.

Debería aprender a ser un poco más rencorosa.

—De acuerdo. Déjame ver si entiendo; ¿Dices que te inspiré querer protegerme, pero me has tratado como a una basura? —lo mire fijamente, girándome completamente hacia él

Javadd pareció sorprendido

—Ok, no me está funcionando —pareció suprimir una sonrisa

—¿De qué hablas? —fruncí el cejo

—Estoy intentando arreglar las cosas contigo ¿Sí? —alzó ambas cejas—. Sé que te traté mal, pero...

Hizo una pausa y pareció pensar un poco que decir.

Hasta que achicó un ojo y torció el gesto;

—En verdad, no te traté mal —sentenció, y se quedó serio

—¿Llamarme imbécil, idiota, y que soy una cosa utilizable no es tratarme mal? —alcé una ceja—. Déjame decirte que el imbécil eres tú

Me levanté para poder irme y alejarme lo antes posible de Javadd, pero me tomó del brazo y me devolvió a mi lugar.

—Déjame terminar —me miró serio, pero a la vez calmado—. No intentaré fingir y hacerme el bueno contigo. Es lo que eres; una imbécil, una idiota, y una muñeca fácil de manipular

Lo miré con furia, e iba a golpearlo en la cara pero me detuvo la mano

—Que me dejes terminar —me advirtió, bajando el rostro—. Eres todo eso, ¿Y sabes porque te lo digo precisamente? Por qué quiero protegerte, ya te lo dije, y si no te lo digo de esa forma, jamás te darás cuenta que estás muy mal con ese enfermo mental.

Quedamos en silencio. No supe si irme o quedarme, y en ese debate mental solo estaba paralizada allí mirando a un camino lejano del bosque, pensando en que básicamente tenía razón. Pero a la vez, me sentía ofendida, así que sinceramente no sabía qué hacer.

—Sé que sabes que tengo razón —siguió hablando, sacándome de pensamientos—. Si te digo las cosas, es porque de verdad me importas —tomó mi mano

Me solté de inmediato

—Basta —lo miré mal

—De acuerdo —asintió lento, como decepcionado—. Pero date cuenta, que aquí el único al que le importas en serio, soy yo.

Me levanté de una vez, y me adentré al bosque intentando buscar el camino de vuelta.

Lo que me llevó a devolver mis pasos hasta Javadd.

Me miró expectante

—No sé cómo volver —le dije con voz baja

Se sonrió, y se paró de una vez. Guardó todo en su mochila, y me condujo de vuelta a donde estaban todos.

❈ ❈ ❈

Cuando volvimos, ya habían llegado los chicos. El coche de Cayden estaba allí...

—¡Chicos! ¿Dónde estaban? —preguntó Ibai, sonriente

Al mirar más allá me fijé en que Cayden estaba ayudando a...¿Prender la fogata?

—En el bosque —respondió Javadd—. Es un lindo lugar

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