C i n c o

14.7K 1K 190
                                    

Capítulo cinco


Mis ojos se abrieron una vez más, hinchados por el llanto. Las lágrimas no se controlaba de manera fácil.

Miré a todos lados. Al principio no me acostumbré a lo que miraba, pero luego recordé mi condición. No, no estaba en mi casa.

No estaba a salvo

Y aquel tipo que me tenía encerrada no estaba por ningún rincón de la habitación.

Pero había una nota encima de la mesa pequeña que había a un lado derecho de la enorme cama.

''Llegaré al atardecer. Estas libre...''

¿Libre?

Me levanté inocentemente con todo mi entusiasmo. Abrí la puerta de la habitación y estaba abierta. Corrí por todos lados, hasta que di con la puerta de la casa. Estaba sin seguro.

Casi no podía creerlo, hasta que... Forcejeé inútilmente con el enrejado. Claro. Libre hasta cierto punto.

Moví incansablemente aquellas rejas color negro. Las empujé con fuerza inútilmente, hasta que me hice a la idea de que sólo gastaba mis energías. Las pateé con fuerza, y reposé mi cabeza contra los espacios de aquellos pilares de fierro.

Suspiré resignada.

Me encerré nuevamente, pero esta vez no me quede quieta.

Comencé a explorar aquella casa tan sombría. Me daba curiosidad, porque parecía una vivienda de película de terror.

Tenía un toca discos en la sala de estar. Lo encendí, y comenzó a sonar música clásica. Un piano con un ritmo entre curioso y triste.

Lo dejé encendido. Caminé por la cocina, otras salas. Exploré el piso de arriba. Todo estaba muy desordenado y como abandonado. Probablemente aquel tipo ni siquiera vivía aquí.

Llegué a una habitación que estaba trabada, pero que sin embargo logré abrir con un poco de forcejeo. Estaba con las cortinas tapando todo el ventanal, que transmitía débiles rayos de sol a través del género marrón. La pieza parecía muy antigua. Había libros botados por el suelo, envases de comida, unos cuantos cd's tijeras, sangre...

Era extraño. Comencé a sentir escalofríos. Además, todo estaba oscuro allí, y extremadamente antiguo. Me devolví en mis pasos, y cuando llegué a la entrada, alguien me detuvo.

Ahogué un grito.

—Volví —habló

Volteé y vi al chico de cabello rubio.

No respondí nada, a la vez que recuperaba el ritmo normal de mi respiración.

—Veo que veías el cuarto de mi hermana... —analizó la habitación con nostalgia —No me gusta entrar mucho aquí. Ven

Me cogió de la muñeca, y me llevó hasta los pisos de abajo.

—Te traje algo de comer —me observó atento —No sé qué comes normalmente, pero... Te traje algo dulce

Llegamos hasta la mesa de la cocina, que antes había explorado también.

Nos sentamos, y me ubiqué frente a él.

No toqué nada de lo que me había traído. Tenía nauseas, y no quería comer.

—Vamos...come algo—me insistió

Alcé la vista. Analicé la comida. Se veía bien, pero no quería comerla. Subí más la vista, y mi visión se fijó en mi secuestrador. Me miraba inmutable, con unos ojos cafés muy oscuro. Tenía bajo los ojos, manchas moradas que le hacían parecer como si no hubiese dormido desde el año dos mil.

Todo en su expresión denotaban algo sombrío o demacrado.

Me siguió observando, mientras yo hacía lo propio con él.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté sin pensarlo

Al momento me arrepentí de hacerlo

—Te lo digo, con una condición —me miró fijo

—¿Cuál? —pregunté incrédula

—Esta noche vas a gritar mi nombre, si es que te lo llego a decir —dijo con la mayor frialdad del mundo

Negué suavemente con la cabeza

—Entonces no me lo digas—repuse

Aunque, en lo más profundo de mí, si quería saber su nombre. 

Finalmente ignoré esto, y decidí alimentarme. No quería morir todavía. Y si moría en manos de este psicópata, al menos no lo haría sin luchar aunque sea con escasas fuerzas. 

Tomé aquel pastel que tenía frente a mi, y lo comí despacio. Aquel chico me observaba atentamente, y esto me incomodaba. 

En un momento, un ruido estruendoso me hizo dar un respingo. 

Aquel castaño acababa de inclinarse en la mesa, y se acercó a mi. 

Tenía su dedo pulgar, acariciando la comisura de mis labios. Lo miré confusa, hasta que se alejó y vi que acababa de quitarme la crema del pastel, que había dejado sin querer en mi rostro. 

Fijó sus ojos en mi, y se llevó el dedo a la boca. 

—Debes lamer la crema, primero—pronunció, con expresión perdida en algo que parecía ser mi rostro, pero no mis ojos

No respondí nada

Miré aquel bocado, y lo tomé nuevamente, hasta acercarlo a mi boca. Lamí la crema, insegura. 

¿Y si le había puesto veneno a esta cosa?

Dirigí mi vista al tipo, que parecía tenso jugueteando con su lengua entre los dientes. La manzana en su cuello se movió cuando tragó saliva, con la boca entreabierta, y el ceño levemente fruncido. Me observaba sin mover su mirada de mí. 

Dejé la golosina en el plato de cartón en que me lo había servido, y lo miré preocupada por mi vida. 

—¿Me vas a matar?—murmuré insegura

Mi corazón latía a mil por la respuesta. 

No es como si me lo fuera a decir, en todo caso....Aunque algunos asesinos si les gusta admitir su plan, así que de todos modos lo intenté

Negó seguro con la cabeza, sin quitar aquel ceño tenso. 

—¿Entonces, que vas a hacer conmigo?—insistí con la voz temerosa

Su ceño se suavizó, y alzó levemente la comisura de sus labios

—Ya lo averiguarás —respondió con frialdad




InsaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora