V e i n t i s i e t e

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Capítulo veintisiete

Como ya habíamos hecho dos ocasiones antes, en menos de cuarenta y ocho horas, nos bajamos con las cosas, y nos acercamos a la entrada del lugar que estaba frente a nosotros.

—¿A dónde iremos luego? —pregunté cuando estábamos en la puerta.

Parecía un hostal bastante rustico. No tenía letrero vistoso ni nada parecido.

—No iremos a ningún lugar luego. Nos quedaremos aquí por un tiempo —me contestó Cayden, sin mirarme.

Parecía fastidiado

—¿Cuánto tiempo? —insistí

Se volteó hasta mí, contiendo su rabia

—¡Yo que sé, maldita sea, no soy un maldito gitano para saber lo que pasa en el futuro y ya no me preguntes cosas inútiles, que no tengo los ánimos!—contestó desenfrenado

Di un paso hacia atrás, algo asustada. Mejor no seguía insistiendo.

Abrieron la puerta, luego de un largo llamado con el puño sobre la puerta de madera color celeste pastel.

—¡Hola jóvenes! ¿En qué les puedo servir?—nos saludó una señora de bastante edad, con el ceño relajado

Me agradó al instante. Tenía esa mirada dulce de las viejecitas que ves en los comerciales.

—Em, hola, yo... necesito una habitación. ¿Tiene disponibles?—preguntó Cayden evitando cruzar su mirada con la señora

—¡Claro que sí! ¡Pasen, pasen! —sonrió amable

Entramos tras ella, y nos guio hasta un pasillo. La casa, por dentro era mucho más rustica que por fuera, pero sorprendentemente me agradó. Tenía un aire acogedor.

Cuando Cayden soltó todas las cosas sobre un pequeño sofá bajo de mimbre, se quedó parado e inmóvil viéndome, mientras yo me mantenía sentada sobre la cama —que esta vez resultaba enorme en comparación a todas las otras—.

Me miró con los ojos casi sin pestañear, por lo que me pareció una eternidad

—¿Qué pasa? —pregunté algo enfadada

—No pasa nada, Elise—pronunció mi nombre con bastante ironía

—Bien —contesté, de igual forma

Me levanté y me dirigía a la puerta, cuando me tomó del antebrazo con ferocidad

—¿A dónde crees que vas? —me miró desde muy cerca

—Quiero dar un paseo —me defendí—. No veo que sea peligroso, además...

—No vas a ir a ningún lugar a menos que esté contigo —me amenazó, interrumpiéndome—. Así que te quedas aquí

Me devolví y me quedé quieta sobre la cama. Pero un impulso de contrariarlo, me hizo levantarme.

—No, ¿Sabes? Voy a salir, porque no vas a venir a mandarme. Se supone que nos escapamos juntos porque... porque... ¡No lo sé! ¡Pero no lo hice en condiciones de ser tu esclava o tu victima! —solté todo muy rápido

Un esbozo de sorna se asomó por su rostro

—No creo —sonrió un poco—. Sabes cómo te trato, y si viniste fue porque te gusta eso —se mordió el labio inferior cuando terminó de decir esto

Algo en sus palabras me enfureció

—¡Claro que no! ¡No me gusta que me trates así, yo pensé...! —¿Qué pensé?—.Yo...

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