T r e i n t a y c u a t r o

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Capítulo treinta y cuatro

Me quedé sola un buen rato. Quise alejarme de Javadd porque no me estaba gustando la forma en que me estaba tratando. Y en mis maneras de alejarme me adentré en la frondosa vegetación que estaba a la salida de nuestra tienda.
Caminé un poco, procurando no alejarme demasiado. Pero al cabo de unos minutos, volteé y me encontré rodeada de arboles y arbustos, y no el camino de vuelta.

—Mierda... —susurré para mi misma

—Esa boca... —respondió una voz no muy lejana

Miré a todos lados asustada. Pero solo veía un montón de plantas y oscuridad.
Hasta que un chico de poca barba y cabello oscuro y lacio salio de un tronco.

—Javadd. ¿Que se supone que haces aquí? —pregunté entornando los ojos

—¿Lo mismo que tú? —alzó las cejas—. No, la verdad te seguí, no te mentiré

Lo observé fijamente.

¿Qué diablos...?

—No te voy a mentir, pero... me alegra que estemos perdidos —añadió

Joder. Creí que se sabía el camino de vuelta

—¿Cómo que perdidos? —pregunté algo temerosa—. Sólo caminé un poco, será fácil volver, no creo que estemos tan lejos... —mentí

Javadd se rió por lo bajo

—Por eso mirabas como perro asustado a todos lados... admítelo, estamos perdidos. Pero me gusta. Siempre he querido perderme en un bosque con alguien

—Por desgracia yo no, así que por favor, busquemos una salida... —repuse, empezando a entrar en pánico

—No —me interrumpió—. Espera.

Sacó algo del bolsillo.

—Séntemonos ahí, miremos el cielo y conversemos. Nada nos apura a volver... —me miró mientras se sentaba a los pies de un árbol

Lo pensé un poco y ... Tenía razón.

Después de todo, Cayden no estaba cerca. Y además...era relajante estar entre tanta vegetación, y sin ningún ruido además del viento.

—Javadd, más vale que me hables sobre algo interesante —alcé las cejas, acercándome hasta él

Encendió un cigarro, que era lo que había sacado del bolsillo y le dió la primera calada

—¿Fumas? —habló mirándome

—No —contesté tajante

Me lanzó al propio un montón de humo en la cara.

—¡¿Estás loco?! —tosi como asmática—. Vuelve a hacer eso y te meto el maldito cigarro por la nariz

—Perdón —rió suave—. Me gusta tu enojo

Hubo un silencio abrumador por largos segundos

—¿Sabes? Tengo ganas de tocarte desde que me dijiste que no te gusta la narrativa de John Green y me dejaste como un idiota... nunca me había fallado el intentar caerle bien a una chica fingiendo que me gustaba lo que leía. —dijo, para luego darle una calada a su cigarro, mientras miraba al cielo.

¿Tocarme? Mis ojos se agrandaron en demasía

—¿Cómo hablas tan ligero de querer tocarme...? —inquirí sacada de onda

Me interrumpió, y me tomó desde la nuca para juntar nuestras frentes

—No digas nada —susurró, dejando el cigarro a un lado—. Sé que es extraño...

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