T r e i n t a y t r e s

8K 529 86
                                        

Capítulo treinta y tres

Después de algunas horas de viaje, llegamos a una especie de campamento, en el que vivían muchos hippies, gitanos, o al menos personas que parecían ser eso.

No sabría decir si parecía buena idea quedarnos aquí... pero a ninguno de nosotros pareció molestarle, pues nadie protestó.

—Y... ¿Crees que nos dejarán quedarnos aquí? —pregunté insegura a Cayden, dudando de la idea

—Traemos dinero, no veo por qué no —respondió sin mirarme, con la vista enajenada en el camino en frente

Javadd venía en su auto, pegado al Volkswagen de Cayden.

Cuando nos bajamos, la multitud de gente nos miró extrañados. Parece que no se acercaba mucha gente por aquí

—Buenos días jóvenes, ¿Qué los trae por nuestra humilde comunidad?—un señor de unos cuarenta años, cabello largo, y barba descuidada, nos miraba con la mano sobre su frente por el sol

Entre los tres nos dirigimos una mirada confundida, como poniéndonos de acuerdo en quien debía hablar

—Buenas, andamos buscando un lugar en donde quedarnos... —respondió al fin Javadd—. Claramente tenemos dinero, digo, no vaya a pensar que buscamos caridad por ahí —se adelantó

El tipo pareció reflexionarlo un momento

—El dinero no lo es todo mi hermano... —respondió calmado, a la vez que movía la cabeza asintiendo—. De todos modos sean bienvenidos, no viene mucha gente a menudo... pero me alegra tener gente nueva en la comunidad

Nos guio junto a los demás ''habitantes'' de esa comunidad.

Estuve pensando que quizás era de estas religiones extrañas... Y sentí temor. Nos presentaron ante todos como unos forasteros que venían buscando un hogar.

—Nuestros nuevos amigos aquí no me dijeron por cuanto, pero sepan que por mi pueden quedarse la vida entera —sonrió alegre, mirándonos a los tres—. Les armaremos una carpa, que teníamos guardada por ahí... a menos que quieran dormir en sus autos, aunque sería muy incómodo...

''Ibai'', o nuestro anfitrión, nos contó que llevaban diez años viviendo allí y tenían una vida muy alegre y libre. Se habían aburrido de la vida tan ajetreada y materialista, y decidieron buscar un lugar apartado y en lo posible con abundante vegetación.

Armamos una carpa de bastante tamaño, y nos prestaron colchón, cobijas tejidas a mano, almohadas, y muchas otras cosas.

—Bien...aquí no hay horarios. Si quieren se pasan la noche con nosotros en nuestras pequeñas celebraciones que tenemos por la noche, ya saben, cervezas, guitarra, lo normal. O duermen, no los culpo, es un buen placer —nos sonrió amable, a la entrada de la tienda que acabábamos de armar.

Y que era prestada por ellos.

Iba yéndose, cuando me percate que en aquella tienda improvisada, solo había un colchón de tamaño generoso.

—Eh... señor Ibai... —lo llamé

Comenzó a reírse, mientras se devolvía en sus pasos

—Nada de señor, no me vine de la ciudad para que me llamaran señor —movió la cabeza aun riéndose—. Dime

—Hmm... agradezco su hospitalidad y todo lo demás, y perdón pero...¿Tiene otro colchón que nos preste? —me encogí un poco, avergonzada

Frunció el ceño

—¿Para qué? ¿Está desinflado ese?

—No, no, es solo que... —torcí el gesto, sin saber que decir

InsaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora