O n c e

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Capítulo once


 Aquí estaba de nuevo. En la misma casa que me encerraba desde el primer día de clases, en la escuela temporal que tenían en reemplazo de la incendiada. Mi secuestrador acostado a lo largo de su sofá marrón oscuro, que parecía sacado de telenovela antigua, con la nariz sangrándole a chorros; la boca cortada, y el ojo un poco amoratado. Me sorprendía que no tuviera más marcas de pelea, cuando ni siquiera se había podido defender.

—Auch... —se quejó cuando le curé el labio

—¿Ahora si te duele? —alcé una ceja

—¿A qué te refieres? —preguntó

No quise recordarle en estos momentos, que noches anteriores, le mordí el labio y no le dolió para nada.

—Nada —respondí seca

Mientras le curaba las heridas, que sangraban demasiado, me miraba como un bobo.

—Basta —le dije seria

—No —respondió, sabiendo al parecer a que me refería

De pronto, se levantó sin más, y me dejó con los algodones y agua oxigenada, estirados. Subió las escaleras con aquellos jeans raídos, y su sweater a rayas, desapareciendo de mi vista.

Dejé las cosas tiradas sobre el sofá, y subí tras de él.

—¡Hey! —exclamé tras él, pero no se volteó—, No he terminado de curar tu herida...

—No lo hagas —respondió sin detenerse

Lo seguí de todas maneras, y entramos a la habitación de siempre, en dónde ya estaba acostumbrada a estar.

Se tocó el labio, mientras mantenía su vista pegada a la pared

—¿Crees que podrías...? —pareció titubear—. ¿Podrías hacerme sentir mejor?

Alcé una ceja

—¿A qué te refieres? —pregunté sin mucha seguridad

Mordió su labio, y luego se quejó.

—Lo que sea que pienses —me miró fijamente

Lo pensé un momento. No tenía idea a que se refería en realidad.

Seguía observándome con esos ojos oscuros que parecían llegar hasta el fondo de mis pensamientos...y eso me asustaba.

—Yo... —murmuré

¿Quizás debería acercarme y...?

—¿Podrías tocar para mí? Es decir... piano —detuvo mis pensamientos

Demonios. Soy una maldita mal pensada. Me di asco en ese momento. Pensé que podría ir y hacer algo de lo que mis experiencias por vídeos de Internet me decían. Pero no. Sólo quería que tocara alguna melodía para él.

—No sé tocar —me alcé de hombros

—¿Te enseño? —me miró animado

Me sentí confundida. A veces no era nada parecido a lo que conocía de él.

  ❈ ❈❈ 

Al día siguiente, desperté como varios otros, encima de aquella cama grande, con vista al exterior. Ya se me hacía familiar las paredes blancas, pero un poco desteñidas. Y como siempre, ese tipo que me tenía aquí no estaba cerca.

Esperé hasta la noche. Pero pasaban y pasaban las horas, y él no regresaba.

Hasta que oí la puerta abrirse, y me levanté de un salto de lo que estaba haciendo. Me acerqué hasta las barandas de la escalera, y me escondí tras un muro.

Venía llegando. Subió con cara de no tener ánimos de nada, y se fue por el pasillo contrario al que llevaba a la que era ''mi'' habitación. Cerró, pero no del todo.

Me parecía extraño que todas las noches, se proyectara una leve luz desde el pasillo enorme de esa casa. Y venía de aquella habitación.

No entendía.

¿Dormía con la luz encendida?

Pero ya no le di más vueltas al asunto, y me devolví a mi cama.

Apagué la luz, me arropé bajo las sábanas blancas, y cerré mis ojos, concentrándome en borrar cualquier pensamiento y poder dormir de una vez.

Desperté en medio de la noche. Abrí mis ojos de manera rápida, sin detenerme a pensar en que pasaba. Mis latidos eras rápidos, y estaba completamente sudada. El interior de mis piernas, sobre todo.

Me levanté por el calor que sentía.

Creo que había tenido un sueño...

Salí de mi habitación descalza, y recorrí el pasillo con poco sigilo. Me asomé hasta la puerta de él.

Entré sin pensar, pero para mi sorpresa, él no estaba dormido. Estaba completamente despierto, y sentado en medio de su cama. La luz, eso sí, no estaba encendida, pero una insignificante claridad entraba por la ventana, por la luna llena.

Me miró confundido.

Me acerqué hasta su cama, y algo me recorrió por el vientre.

—¿Qué haces? —preguntó extrañado

Subiéndome hasta la cama, lo alcancé y me acerqué a sus labios.

Atrapé su cintura con mis piernas, enroscándolas a su alrededor.

De pronto me bajé. Había recordado el sueño...

Sentía que quería hacer exactamente lo que había soñado. Así que me alejé de la altura de su rostro, me ubiqué entre sus piernas, mientras él me observaba curioso y a la vez con temor.

Bajé la bragueta de sus jeans claros y le obligué a bajarlos. Luego lo observé.

Su respiración se estaba agitando.

Tomé sus boxers por la cinturilla elástica, y los tiré para abajo. Sin pensar en nada más, metí su miembro en mi boca.

—Demonios —suspiró—. No puede ser... no...

Dejaba las frases a medias, mientras mi lengua recorría todo su diámetro...

No sé qué demonios estaba haciendo, pero la excitación era más grande que la razón.

Sentía sus gritos, y sus jadeos, lo que me estimulaba más. Mi boca respondía con más potencia cada vez que escuchaba como disfrutaba.

—Eso, más... —exclamaba—. Creo que voy a acabar...

En ese momento alejé mi boca abruptamente de su anatomía, en el segundo justo cuando un chorro de líquido blanco me dio encima de los pechos.

Él estaba afirmado de las sabanas, con la cara contorsionada de placer. Era excitante ver lo que le acababa de hacer, pero...

¿Esto estaba mal?

De pronto, fijó sus ojos en mi.

—No escapes como el otro día —me miró mal—. Sé que te gusta jugar con mi pene, ahora no salgas corriendo

Sus palabras me horrorizaron, y de un momento a otro el asco por mis acciones se apoderó de mí. No hice más que caminar a paso rápido —no correr—, hacia mi habitación, pero el problema es que, como la vez anterior en que me escondí en el baño, esta vez no pude encerrarme en ninguna parte.

—Basta —pedí turbada—. Suéltame...

—Dame algo más —pidió en respuesta, entornando los ojos—. Y te dejo libre

InsaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora