V e i n t i u n o

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Capítulo veintiuno

Cayden no salía de mi maldita cabeza.

Se convertía en un deseo y pensamiento constante en mí. Parecía no dejarme tranquila, cómo si se hubiese metido a propósito dentro de mi mente, y no pudiese estar en paz hasta poder verlo.

Pasaron dos semanas, y no quería hablarme cuando iba a dejarle la comida por la rendija del cuarto ultra protegido en el que estaba. Parecía que todo lo que había vivido con él nunca hubiese ocurrido, y hasta se me olvidaba a veces porque él estaba en prisión.

La escuela no me parecía tan importante como saciar mi necesidad de cumplir lo que quería. ¿Qué es lo que quería? No lo sabía exactamente. Sólo sabía que tenía que ver con Cayden. Mis padres no tenían idea que tenía un trabajo de medio tiempo en la prisión de máxima seguridad en el estado, con una identificación falsa; ni que faltaba la mitad del día por lo mismo.

Pero un día...

Ya nada podía importarme más que Cayden.

Cuando llegué por la mañana, como cada día de la semana, Amelia y las demás cocineras estaban cuchicheando algo. Nunca me interesaba lo que hablaban, porque jamás sabía de quienes hablaban. No conocía a nadie, y no me interesaba saber nada.

—Se supone que se lo llevarán al psiquiátrico —dijo Amelia, con cierto aire de desánimo—. Pero tendrá libertad condicionada por tres días, con esos como relojes que les ponen al tobillo, en caso de que quiera escaparse...

Me quedé atenta al escuchar esto.

—¿Y no conoces al chico? —preguntó otra cocinera

—No, es ese que ha estado por semanas en la habitación —se alzó de hombros, se levantó de la silla, y siguió con sus quehaceres

Todas parecieron asumir que esa conversación se terminaba, y le siguieron los pasos.

Me sentí algo excluida, así que me salí de la cocina, y fui a mi puesto habitual. Cayden estaría libre, pero... ¿A qué lugar iría?

  ❈  ❈   ❈

Al salir de mi turno, y volver a la escuela, no podía parar de pensar... ¿Hoy saldría? ¿Mañana?

Pero nada. No sabía, y no tenía como saber.

Cuando salí de la escuela, me dirigí hasta mi sector. Pero bajé muchas cuadras antes.

Fui hasta la casa de Cayden. Toqué el timbre. Pero no salió nadie

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Al día siguiente, las pistas eran claras. En todo el turno que tuve, no me mandaron a llevarle comida a Cayden, ni había bandejas que indicaran que alguien las prepararía luego. Al salir de mi turno, ni siquiera fui a la escuela. No perdería tiempo. Fui lo más rápido que pude hasta la casa de Cayden, pero cuando toqué el timbre...

Nadie salió. Con frustración, di un golpe a la reja. Y sin esperar nada, esta se abrió. Mi corazón comenzó a latir muy de prisa. Si él estaba allí adentro, entonces ese algo que estaba persiguiendo mi mente, estaría resuelto.

Cuando llegué hasta la puerta, no tuve tanta suerte. Estaba cerrada.

Pero antes de rendirme, y darme media vuelta, sentí ruido dentro de aquella casa. Era música clásica. La casa no estaba sola.

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