T r e i n t a y s e i s

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Capítulo treinta y seis

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Capítulo treinta y seis

Luego de un rato afuera con las personas de esa comunidad, en donde contaban anécdotas, hablaban de sus sueños, sus gustos musicales, y tocaban la guitarra mientras cantaban en grupo, me fui silenciosamente a la tienda que nos correspondía.

En todo ese rato, estuve con Cayden observando a los demás, pero Javadd había desaparecido hace un buen rato.

Cuando llegamos a la tienda, nos encontramos con Javadd, fumándose un cigarro.

—Genial, la tienda estará impregnada de esa cosa por toda la noche —se quejó Cayden, parándose a un lado de la ampolleta, y cerrando la entrada de la tienda

—Tú también fumas —le respondió

—Sí, pero yo no —respondí a mi vez

Javadd se quitó el cigarro, que en verdad no olía a los normales, y me miró.

—Perdón, tienes razón —torció el gesto—. Iré a terminármelo afuera

—No, no te preocupes —me alcé de hombros, mientras me lanzaba al colchón gigante—. Ya termínalo aquí, el olor va a quedarse de todas formas.

Sin decir nada, se sentó a lo indio a un costado del colchón, en el suelo.

Hacía un calor inmenso. A pesar de estar de noche, dentro de la tienda se sentía un clima bochornoso.

—Miren hacia otro lado —les anuncié

Ambos giraron hacia mí, haciendo todo lo contrario. Me miraron sin entender.

—Qué giren hacia otro lado, me voy a poner una camisa de dormir —les dije más dura

Sin responder, ambos se giraron hacia su propio lado.

Me quité lo más rápido que pude los vaqueros y el top que traía, y busqué entre las cosas de Cayden, la camisa rosa que alguna vez usé en su casa.

La encontré luego de varios minutos, y me la puse.

Antes de decir que podían mirar a donde quisieran, me di cuenta que tanto Cayden como Javadd me estaban observando atentos.

—Dijo que no miraras, que parte de eso no entiendes —Cayden se dirigía a Javadd, a punto de acercarse a él de forma poco amigable

—¿Y tú porqué te giraste entonces? —alzó una ceja, dándole una calada a su cigarro

—Por qué yo ya la he visto así...

—Cállense —los interrumpí—. No van a pelear, ¿Entendido?

Sólo me miraron.

Cayden apagó la ampolleta que iluminaba bastamente donde estábamos.

—Lo siento, no voy a dormir en el suelo —anunció, acercándose a mi lado.

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