C i n c u e n t a

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Mis ojos pesaban. Los párpados no podían hacer nada a favor de mis órdenes, y todo a mi alrededor estaba nublado, como si mis retinas estuviesen empañadas.

Sentía presión en mis brazos, mientras alguien me empujaba a caminar con dificultad en dirección a una gran entrada de color ocre. Las escaleras parecían algo tan difícil, mientras algunos rostros desconocidos me observan con condescendencia y lástima...o quizás asco.

—Camina, maldito —me empujaron desde atrás, contra la puerta frente a mis narices—. Agradece que no te llevaron a la cárcel, porque o si no ya ni podrías ir al baño... infeliz

Masculló esto último

Examiné mi alrededor, intentando entender mejor todo esto; un lugar amplio y muy alto, paredes blancas, escaleras por todo el lugar...

Y no necesité saber más.

''Centro Psiquiátrico Nueva Luz''

Pestañeé varias veces.

No podía ser... no podía estar aquí, yo siempre había evadido esto. Me escapé de este destino por años como para venir a parar así sin más.

—Yo... —balbuceé, pero mi lengua estaba dormida

—Cállate, maldito bastardo —me golpeó en el estómago uno de los tipos que me traía—. No tienes derecho ni a hablar. De hecho, deberían haberte matado...

¿Cuál era su maldito problema?

Era un ignorante como cualquier otro, de seguro. Siguiendo lo que todos piensan y hacen, porque sí. Seguramente todos me tenían como el violador que además quemó y mató a personas... y, por tanto, una mala persona que había que matar.

Agradezcan que los libré de un poco de población extra.

Me condujeron a duras penas escaleras arriba, hasta una de las tantas habitaciones que crucé en un enorme pasillo sin atractivo a la vista.

—Ojalá te pudras —sonrió de lado uno de los tipos que me traía—. No será la cárcel, pero la pasarás mal —alzó sus labios, mostrando los dientes

Imbécil.

No dije nada, puesto que mi boca seguía con dificultad para moverse.

Como a un montón de basura, me tiraron contra la habitación.

—Espero no te mate la primera noche —habló desde fuera—. Por cierto, está aquí por cortar en pedazos a su familia, freírla, y dársela a los vagabundos.

Fruncí el cejo. ¿Creía que con sus discursos baratos me iba a asustar?

¿Y de quién me hablaba?

—No es cierto —habló una voz en el otro lado de la habitación

Miré en su dirección.

Era un hombre de mediana edad, ni muy alto ni muy bajo, con cabello canoso y piel pálida. Me miraba penetrante, pero no desafiante.

—Sí, claro, brujo —se rio—. Cuéntale la historia a este pobre bastardo

Sentí sus pasos alejándose. El tipo me examinó detenidamente, pero no lo tomé en cuenta y me senté sobre una de las camas que habian en el reducido espacio color blanco desgastado.

—Esa es mía —soltó calmado

Lo miré como respuesta y me alcé de hombros, echándome sobre el colchón.

Se sonrió

—No seas busca pleitos, niño —negó con la cabeza—. Es verdad lo que te dijeron ellos

InsaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora