T r e i n t a y d o s

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Capítulo treinta y dos

A la mañana siguiente, desperté en medio de la alfombra. No recordaba el momento exacto en que me volví a dormir, ni recordaba en que instante había llegado Cayden. Si es que lo había hecho, porque hasta el momento, no lo divisaba con la vista.

Al intentar levantarme, algo no me dejó y me tumbó de vuelta al suelo junto con un gruñido.

Miré a mi lado y bajé la vista.

Javadd estaba durmiendo de lado, con mi brazo aprisionado y parte de mi torso también.

Iba a zafarme, cuando la puerta de madera rechinó y Cayden entró para parar en seco. Me lanzó una fugaz mirada y dio un portazo que me hizo dar un respingo.

—¿Qué...? —musitó un recién despertado Javadd, al sentir el ruido

Lo observé sin decir nada. Su rostro con ojos achinados y algo atolondrado, me miró entre su inspección del lugar

Miró soñoliento a todos lados, para finalmente detenerse en mí nuevamente

—Elise... —murmuró y volvió a mirar a todos lados

—Estamos en una cabaña, escondiéndonos de la policía —me alcé de hombros, sin mucho ánimo—. Digo, por si no lo recuerdas.

Vio que tenía aún sujeto mi brazo, y lo soltó en seguida como si fuera algo desagradable.

Luego se incorporó, saliendo de su estado anterior, se restregó los ojos, y después de un pestañeo confuso, pareció recobrar todos sus sentidos

—Supongo que deberíamos comer algo, ¿no? —sugirió el moreno en voz alta, y se dirigió a Cayden que estaba a una corta distancia, buscando algo

—Aquí no hay nada. Si quieren comer, vayan a buscar moras que es lo único que podrán comerse de los arbustos —habló el castaño sin despegar la mirada de lo que supuestamente hacía

❈ ❈ ❈

Las horas pasaban y mi estómago rugía como un monstruo.

—Tengo hambre —dije rompiendo el silencio que reinaba

Javadd, que estaba sentado sobre una caja de madera mal hecha, me miró jugando con una ampolleta en sus manos. Mientras, Cayden estaba tirado más allá encima del suelo.

—¿Nos iremos de aquí siquiera? No creo que piensen morirse de hambre porque... —insistí

Cayden se levantó y se fue de un portazo

Javadd volvió a observarme de manera curiosa

—¿Aún te gusta? —soltó una risotada, mirándome con expresión de disgusto—. Tienes que ser muy...

—¿Muy qué, eh? —me levanté desde donde estaba—. Dilo, te estoy esperando

Sonrió mirando al suelo, y se levantó también

—Muy imbécil, eso es lo que eres —se acercó unos centímetros a mí—. No sabes... —pausó, achicando los ojos—. No sabes nada... ¿Si te das cuenta que al hacerle caso en todo lo que él diga no te valorará jamás, verdad?

—Yo... —balbuceé, confundida—. No sé de qué hablas, estás loco

Miré a otro lado, intentando evadirlo. Pero siguió hablando, sin dejarme en paz

—Oh, claro que sabes de lo que hablo —tomó mi mentón de manera brusca, y dirigió mi rostro hacia su dirección, mirándome fijo—. Te manipula como una muñeca... Un juguete sumiso ¿O es lo que eres? ¿Sólo eso?

—Suéltala maldito terrorista —oí la voz de Cayden en la puerta, y empujé la mano de Javadd lejos de mi como acto reflejo

—Claro, como digas —meneó la cabeza, mientras rodaba sus ojos casi negros

Miré a Cayden, expectante

—¿Qué? —me observó con el cejo fruncido, al parecer muy enfadado—. Nos vamos mañana

—¿A dónde? —pregunté

—Ya lo verás mañana ¿no? —respondió de mala manera

Miré a Javadd, y me estaba observando con una ceja enarcada y moviendo la cabeza negativamente.

❈ ❈ ❈

Cuando Javadd dormía, parecía un niño pequeño. Tenía unas largas pestañas que adornaban sus grandes parpados. Su cabello descansaba desparramado, y su boca se estiraba todo lo posible. En las últimas horas, no había podido dormir. Parece que la insomnio de Cayden se me había pegado...

—¿Por qué miras a ese imbécil? —me sorprendió Cayden

Le dirigí una mirada fugaz y asustada...

''Te manipula como una muñeca... Un juguete sumiso ¿O es lo que eres? ¿Sólo eso?'' Las palabras de Javadd me retumbaban en la cabeza

Cayden se acercó, y me tomó del brazo con poca suavidad

—Responde, por qué lo miras tanto —inquirí, mirándome serio—. ¿Acaso te gusta, no? Te gusta este imbécil drogadicto, traficante...

—Cállate —lo detuve, frustrada

Me miró impávido

Pareció apretar la mandíbula y contener una ira enorme

—Eres mía —me tomó de la cintura acercándome

—No —arrugué los ojos—. No empieces. Suéltame...

—Eso no es cierto —rio irónico—. No quieres que te suelte, al contrario...

Abrí los ojos despacio, cuando su rostro se acercaba al mío, y estampaba sus labios contra los míos.

—Basta, que asco —una voz nos interrumpió

Ambos nos separamos y volteamos hacia Javadd

—Sería una escena bonita a excepción de que este tipo es un loco, y tú eres una pobre muñeca que se manipula al antojo de cada... —siguió, pero algo lo interrumpió a él

Cayden saltó encima de él y le asestó un golpe en el rostro

—¡No! —grité, e intenté quitárselo de encima

Javadd no hacía nada, y se reía como loco, mientras Cayden se ensañaba contra él

—¿Te molestan las verdades, no? —seguía riendo a la vez que recibía golpes

—¡Cayden, detente! —le tiré del brazo, pero no me hacía caso

Comencé a desesperarme

—Basta, basta, vas a matarlo... —susurré más para mí, aterrada—. Va a matarlo

Javadd tenía un ojo amoratado, y la sangre le caía a chorros desde la nariz y la boca. Cayden parecía poseído

Tomé valor, y me interpuse entre ellos empujando a Cayden con todas mis fuerzas.

El rubio tambaleó hacia atrás, sorprendido y se quedó inmóvil.

—No quiero más problemas, maldita sea, están buscándote por incendio, por violación y secuestro, y... ¿Y encima quieres echarte un asesinato a las espaldas?—respiré lo mejor que pude, aunque estaba a punto de ahogarme en mis palabras aceleradas—. No quiero verlos pelear de nuevo, por favor

Suspiré agitada

—Vale —asintió Cayden, algo ido—. Está bien. Tienes razón...

Resopló como un animal, y se alejó a una esquina con una mirada de muerte.

Todo esto era un caos.

No sé en qué demonios me había metido. 

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