C u a r e n t a y t r e s

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Capítulo cuarenta y tres

Mi vista se fue aclarando de a poco. El rostro de Javadd mirándome severo, fue lo primero que vislumbré

—¿Cayden? —pregunté desconcertada—. ¿Dónde está Cayden?

Su mirada cambió de brillo.

—Lo obligué a ir a buscar leña al bosque —respondió firme

—¿Y no protestó? —fruncí el ceño

Desvió la vista a un lado

—¿Te sientes mejor? —preguntó a su vez, evadiendo mi pregunta

Asentí.

—Eso mejora las cosas —suspiró

Pareció meditar algo muy concienzudamente durante unos minutos, hasta que volvió a hablar;

—Si se te pasa todo, no tenemos que llevarte a un doctor o algo. Nos pondría en riesgo. Más de alguien nos reconocería, y además, deberíamos identificarnos —se dirigió a la entrada de la tienda, y miró hacia afuera

—Y si no se me pasa, no importa —solté—. No voy a ponernos en riesgo

—¿Ponernos? —alzó una ceja—. A lo único que te expones es a que te devuelvan a tu casa

Me miró mal y se salió de allí. Me levanté rápido, a pesar de que el dolor de cabeza seguía latente, y me dirigí hasta donde estaba; parado frente a la ausente fogata, mirando al bosque.

—Javadd —llamé su atención—. Mírame

Volteó, con expresión de cabreado

—No entiendo que te pasa —seguí—. Últimamente me estás tratando como si fuese una... basura

Escuchaba todo sin inmutarse

—O es que... —me tomé el cabello—. En verdad estás raro desde que...

Dejé la frase sin terminar. Hizo una mueca de molestia.

—Desde que estuvimos juntos —terminé

—No.... —respondió rápido, y me hizo una seña con las manos como parándome—. Haz como que eso no pasó ¿Si?

Algo me dolió en el pecho, y se me aguaron los ojos.

—Vete al demonio —mascullé y me fui camino al bosque, sin saber bien que camino estaba tomando

Mientras caminaba, la furia se apoderaba de mí. Jamás había sentido tanta impotencia... ¿Por qué demonios me esquivaba así?

—Cuidado —

Sentí la voz tarde, cuando choqué contra una torre de ramas y el cuerpo de Cayden.

—Perdón... maldita sea —me tomé de la frente, y me agaché intentando recoger las ramas

—¡No! —exclamó, obligándome a levantarme—. No puedes hacer fuerzas. Algo debes tener que te hace desmayarte, así que no hagas nada.

Suspiré resignada, mientras él recogía todo

—¿Cómo es que viniste de tan buenas ganas? —pregunté mientras estaba el en el suelo

Se detuvo y me miró hacia arriba entre serio y resignado

—Un arma puede hacerte hacer muchas cosas —dijo con ironía

Fruncí el cejo

—¿Javadd...?

—Si, me amenazó con un arma —alzó ambas cejas—. Me tiene harto.

—¿Y tú arma? —repuse

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