C u a t r o

15.1K 990 140
                                    

Capítulo cuatro


Desperté con dolor de cabeza. Las lágrimas aturdían mis ojos, sin dejarlos abrirse.

Veía difuso. Solo recordaba su rostro lleno de libido y perversión. Y mis llantos y gritos que pedían compasión, pero que eran ignorados.

Su cabello claro y alborotado por encima de su frente. Sus labios relamiéndose y mordiéndose de placer, mientras yo gritaba sintiendo asco y repugnancia.

Quise llorar otra vez, pero mis ojos ya no se movían ni para abrirse.

Vi borroso, con dificultad. Una silueta.

Una silueta que estaba sentada frente a mí, mientras yo yacía en aquel colchón.

—Ya...ya despertaste —jadeó su profunda y grave voz

No debí recobrar mi visión clara.

Lo que vi me dejo sin palabras.

Él, estaba sentado. Pero algo no me cuadraba en la escena. Estaba muy agitado. Bajé la vista y vi lo que producía su agitación.

Tenía sus manos sobre su miembro, moviéndose frenéticamente.

Me tapé los ojos, con disgusto

—N....No te tapes... —murmuró como si estuviese desmayándose—. ¡Rayos! —exclamó con un quejido

Me levanté de prisa, e intenté buscar algún lugar, alguna salida. Si, sé que no había, pero estaba desesperada.

Encontré, sin embargo, un baño dentro de la habitación en la que me encontraba

Corrí hacia él e intenté vomitar, ya que las náuseas que sentía en ese momento, eran enormes.

Agaché el torso y mi cabeza hacia el inodoro. La blanca agua que estaba estática, se volvía borrosa ante mis ojos, pero volvió a la claridad en segundos.

Las náuseas se iban diluyendo poco a poco. No eran más que eso, puesto que no logré botar nada contra aquel sanitario blanquecino. Esta situación me estaba alterando los nervios.

De pronto, una mano se afirmó en mi cintura.

—¿Lista? —frotó su pelvis contra mis muslos —¿Sí? Estuve esperándote mucho rato, ya...

Me golpeó en la pierna, una palmada suave.

—Basta —murmuré entre sollozos—. Por favor, déjame en paz —me levanté de mi posición inclinada y lo miré de frente—. Si...si quieres te doy dinero ¿Sí? ¿Cuánto quieres? Te deposito hoy mismo, me acompañas hasta el banco, delante de ti, no te engaño, lo juro...

—Shhh —puso su dedo índice contra mis labios—. No quiero dinero. No necesito. Te quiero a ti. ¿Entiendes? Tú lo hiciste. Es tu culpa

Fruncí el ceño confundida

—¿De qué hablas? —tomé mi rostro, exasperada

Oprimió mi rostro con una mano, haciéndome dirigir mi mirada hasta sus ojos

—El día en que iba a suicidarme —se acercó, y mordió mi labio inferior

Cerré los ojos, muy fuerte. Esto era repugnante.

No sentí más su agarre, y se alejó. Me senté en la taza del baño, y apoyé los codos en mis rodillas. Miré al suelo, intentando pensar en alguna solución. Sé que no la había, pero en momentos así no se piensa en lo racional o no.

A los minutos, sentí una puerta cerrarse.

Corrí asustada fuera de aquel cubículo. Mis pasos fueron veloces hasta la puerta de la habitación. Estaba cerrada con seguro, obviamente, pero el tipo ya no estaba.

Me senté sobre la cama, apoyando mis rodillas en mi cuello, mientras abrazaba mis piernas.

Esto no podía estar sucediéndome.

A eso de las cuatro y media, según el reloj de la pared en aquella lúgubre habitación, se abrió la puerta de golpe. Entró el tipo, vestido de negro, y me lanzó unas bolsas con desdén, encima del colchón.

—Arréglate —dijo esto, y volvió a marcharse como hace un rato

Dejé pasar unos minutos sin hacer nada. Miré a la pared, intentando suprimir mi curiosidad. Pero no pude más, y abrí la bolsa.

Había un cepillo, y una pasta de dientes; Una toalla, y luego otra bolsa, que dentro a su vez tenía un ''babydoll'', y ropa interior.

¿Pretendía que me pusiera esto?

No lo hice, por supuesto, y me dirigí al baño de la habitación, para por lo menos asearme. Por lo menos tuvo la delicadeza de traerme cosas para ello.

Al terminar, me quedé en la misma posición de antes.

Miraba la ventana abarrotada por fuera, que era igual que la ventana que adornaba a la ducha en el baño.

Nada. Ninguna esperanza de poder irme de ese lugar. Puerta asegurada. Ninguna pared de mala calidad para irme. Ningún celular para llamar. Mi bolso ya no estaba donde lo había lanzado anoche aquel tipo suicida.

¿Gritar auxilio? Me exponía a que nadie me ayudara, y ese chico me golpeara.

Y antes de seguir pensando en que hacer, la puerta comenzó a sonar. La cerradura se estaba moviendo.

Entró él, con el semblante frio, y su cabello rubio desordenado, al igual que el día en que lo vi en la escuela, cerrando el paso para que se quemaran todos vivos.

—Supuse que no te pondrías eso... —miró a la bolsa—. Entonces eliges la otra opción.

—¿Qué opción? —pregunté

—Ya lo averiguarás —cerró la puerta, para luego asegurarla

No entendía el porqué. ¿No se supone que en esta casa no existían más habitantes?

Traía más cosas en la mano.

Se sentó en la cama. Yo me alejé, y me levanté de inmediato.

Me miró serio, y procedió a sacar lo que traía dentro de aquellas bolsas.

Una soga. Pinturas...

Se levantó de improviso y me tomó de una muñeca, quedando inmóvil frente a mí.

—Quiero que te relajes —me miró serio a los ojos, a dos centímetros de mi rostro

¿Qué me relaje? ¿De qué mierda me estaba hablando este tipo?

—¡¿Cómo carajos quieres que me relaje?! ¡No sé quién mierdas eres, y me tienes encerrada, sin comer! ¡Quiero a mi familia, por favor, como mierda quieres que me relaje si me tienes...! —no me dejó terminar, y estampó la palma de su mano contra mi boca, callándome

—Si lo quieres así... —masculló, tensando la mandíbula notoriamente fastidiado—. Tenía otras cosas en mente, pero como te pongas a gritarme como loca, te trataré como un loco

Con su mano sobre mi boca, me empujó sin reparos contra la cama.

Se bajó los pantalones, con una velocidad sorprendente. Luego el bóxer. Sus cabellos rubios se movían con frenesí. Es lo único que quería mirar en ese momento. Suena estúpido, pero en ese momento de desesperanza, lo único que pudo calmarme, fue el mirar el vaivén de su cabello castaño claro.

Intenté concentrarme en ello. Mientras me quitaba a la fuerza los shorts,  y entraba sin permiso en mi intimidad. Mientras besaba mi cuello, y lo mordía, a la vez que mi respiración se alteraba y mis sollozos se intensificaban.

Mientras gemía en mi oído, y mientras encontraba placer en mi sufrimiento. Sólo miraba su cabello. Y entretanto que lo hacía, terminé por cerrar mis ojos, durmiéndome como la noche anterior.


InsaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora