Capítulo veintiocho
Quiero ir en contra de lo que dices,
Quiero desafiarte,
Quiero que sientas que me pierdes;
cuando no he ido a ninguna parte.*
—¿Qué es él de ti? —me miró con ojos dolidos
Le devolví la mirada, pero con seriedad
—Nada —me alcé de hombros
—No mientas, maldición —golpeó el sofá de mimbre, mientras caminaba como loco por toda la habitación
—Es enserio —repliqué
—¿Explica entonces, porque mierda se dio el trabajo de viajar tantos kilómetros solo por encontrarte a ti, y pedirte ayuda para no sé qué? —se detuvo y me miró con ironía—. ¿Por qué a ti y no a otra persona?
—No lo sé —me alcé de hombros, nuevamente
—No sabes una mierda —suspiró cabreado—. Te lo advertí. No juegues conmigo —me apuntó con el dedo índice, y se tumbó en la cama.
❈ ❈ ❈
A eso de las ocho, cuando el cielo comenzaba a tornarse oscuro, alguien tocó a la puerta.
Cayden se levantó de un salto de la cama, y fue a abrir.
—Chicos, no sé si sabían, pero acá con la habitación también incluimos desayuno, almuerzo y cena —sonrió amable la dueña del hostal—. Está lista la cena
Nos dirigió una mirada colmada de dulzura, y luego se retiró.
Cayden me miró como esperando a que le dijese algo.
—Vamos —le dije, y me levanté del sofá de mimbre, para tomarlo de la camisa y arrastrarlo si era necesario a comer. Estaba muy flaco.
Cuando llegamos al comedor, nos encontramos con varias personas. Me sorprendí, porque, hace unas horas cuando Cayden armó el escándalo con Javadd, no había señales de que hubiese más gente.
—Hola —saludé con la mano en general.
Varios me devolvieron el gesto
Nos sentamos en los puestos vacíos que habían. Un ruido que venía del pasillo, me llamó la atención. Cuando vi entrando a Javadd por el comedor, me llamó aún más la atención.
Cayden volteó hasta mí, y me miró como reprochándome de la situación
—¡Hola! —le dijo la señora, afable—. Siéntate, donde quieras
Javadd agradeció asintiendo, y se sentó, para mi desgracia, frente a mi. Exactamente.
Cuando habían pasado unos diez minutos de silencio, en donde solo se oían el resonar de las tazas contra sus platillos; o las cucharas revolviendo el café, una chica que no había notado antes, se dirigió a nosotros
—¿Y de dónde son ustedes? —nos miró.
Paseó su vista entre Javadd, Cayden y yo
—Pues... somos de Seattle —respondió Javadd mientras comía—. Los tres, el chico, ella y yo —nos señaló con un gesto de cabeza
Obviamente eso no era cierto. No somos de Seattle, pero supongo que estaba diciendo todo aquello para que no pudiésemos estar expuestos a ser detenidos.
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Insane
RomanceÉl iba a suicidarse desde el último piso de su escuela, la cual acababa de prender en llamas. Pero el destino quiso que no fuera así. Al lanzarse al vacío, bomberos y una colchoneta inflable lo esperaban ahí abajo. Cuando abrió los ojos, observó a u...