V e i n t i c u a t r o

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Capítulo veinticuatro

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Capítulo veinticuatro

—Cayden, esto se ve horrible —le dije cuando estacionamos frente a un hostal de mala muerte

Tenía un aspecto sucio...al menos desde afuera.

Suspiró

—Perdón, princesa —dijo sarcástico—. Pero no creo que quieras seguir viajando por quien sabe cuantos kilómetros más, y no tengo tanto dinero, y... ya solo baja—se bajó acto seguido del auto, y dio un portazo estruendoso

—Joder... que cortesía—murmuré, y bajé siguiendo a Cayden a la puerta de ese lugar.

Entramos por la puerta bajo el cartel de ''Hostal'' en letras negras, y golpeamos la segunda puerta que había más adentro.

—¿Quiere pieza?—preguntó una mujer de voz adulta, por una ventanilla en la puerta—. ¿Si o no?

—Si —respondió serio—. ¿Cuanto la noche?

—¿Por mi o por la pieza?—preguntó sonriendo

Cayden volteó hasta mi, como disgustado

Luego la voz comenzó a reír, se sintió un jalar de candados y se abrió aquella puerta destartalada

—Catorce dolares la habitación con una cama, y veinte la de dos—nos anunció mascando exageradamente el chicle en su boca, una chica de más o menos dos años más que yo—. ¿Lo toman?

Cayden parecía pensar algo muy concentrado, mirando hacia un lado. Hasta que reaccionó

—Claro, tomo la de catorce—sacó un billete, se lo pasó y en seguida fue en busca de nuestro vasto equipaje, mientras me dejaba a mi a solas con esa mujer

Me sentí totalmente examinada. Era extraño.

—¿Cuantos años tienes, cariño?—me miró con aire de superioridad

—Veinte—tosí nerviosa—. Tengo...veinte

Al menos eso decía mi identificación falsa.

—Ya —interrumpió Cayden—. Traje tu bolso —se dirigió a mi—. ¿Me das la llave? —miró a la mujer

Aquella chica lo miró de pies a cabeza, y con el dedo, le indicó que la siguiera.

Me quedé allí sin ir a donde él y ella se dirigían y casi segundos después, Cayden regresó a ese estrecho recibidor con una llave en la mano.

—Sigue el pasillo a tu derecha, y busca el número en la puerta —le guiñó un ojos la tipa

Cayden como pudo, me empujó por el pasillo de forma sutil, y llegamos a una serie de puertas iluminadas por una luz que parpadeaba irritablemente, y buscamos nuestro supuesto número en la puerta, que no era más que un trozo de papel con plumón pegado con cinta adhesiva.

—Acá. la dieciséis—me detuvo con la mano en mi muñeca

Abrió con detenimiento, y entramos a un lugar con olor a guardado, y paredes empapeladas de un color claro. Era tan estrecho como el baño de mi casa. Cerré la puerta tras de mi una vez que Cayden entró a paso rápido hasta un sofá de diseño animal print, en el que dejó de una pasada todas las cosas.

Cuando miré a la cama, quedé totalmente estresada, si ya tenía con el hecho de que eligiera un lugar horrendo por fuera.

—Cayden —lo miré enfadada—. No crees que la cama es un poco... ¿Enana?

Era de plaza y media

—¿La verdad? —me miró—. No me interesa. Vamos, ve a acostarte

Lo miré en plan de ¿Me estás jodiendo?

—¿Y porqué no te acuestas tu? —lo miré de frente

—Lo haré —se alzó de hombros—. Sólo ve tu primero

Fui lentamente a esa cama enteramente blanca, y me tumbé boca abajo, mirando hacia aquel sofá estridente.

—¿No vas a dormir? —le pregunté

—Insomnio ¿Recuerdas? —levantó la mirada hasta mi, y luego siguió rebuscando en sus cosas

Buscaba entre sus dos mochilas; una de jeans y otra de color negra con el logo de adidas.

¿Qué buscaría tanto?

Algo comenzó a sonar en mi bolso.

—¿Tú celular?—me miró alerta

Asentí lentamente

Sin decir palabra, se apartó de sus bolsos, hasta el mío y sacó el celular.

—¿Diga? —preguntó

Mi corazón comenzó a descontrolarse. ¿Y si era mi madre?

Lo alejó, y tocó algo en la pantalla.

¿Hola? ¿Elise? —preguntó una voz masculina

Me miró con una mirada demasiado amenazadora para mi gusto

Después de no dar respuesta, aquella voz volvió a hablar;

Elise, soy Javadd... necesito que me ayudes, joder, me metí en una mierda que... —la llamada se cortó abruptamente

Miré al frente, después de haberme quedado sorprendida mirando a las sabanas frente a mi

—¿Q-qué pasó? —pregunté asustada

Me encontré con el rostro de Cayden contorsionado de odio.

—¿Quién es ese imbécil?—me miró con furia

No dije nada, su tono me hacía sentir intimidada

—¡Responde!—gritó y lanzó el teléfono al suelo

—¡No seas imbécil, que te pasa!—grité, y corrí a recoger mi celular, que por suerte, no le había pasado nada

A excepción del vidrio que protegía a la maldita pantalla...

Se acercó, y me tomó del brazo, tal cual la primera vez que me llevó a su casa

— ¡¿Quién demonios es Javadd?! —volvió a exclamar

—¡Un chico, maldición, que te importa! —grité de vuelta

—Importa, ¿Sabes? —oprimió con más fuerza mi brazo—. No quiero que te acerques a ningún hombre, a nadie, nadie, ¡Nadie! —me soltó con brusquedad

Luego se fue a sentar al sofá, totalmente enfadado

Alrededor de cinco minutos después, me acerqué con algo de temor hasta él.

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