C u a r e n t a y c i n c o

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Capítulo cuarenta y cinco

Manejando más de media hora, Cayden entró al pueblo más próximo.

—Maldita sea —masculló—. Esta... maldita chatarra—golpeó al manubrio

El carro se estaba parando poco a poco, y hacia ruidos constantes.

Lo miré atemorizada, sin decir nada.

Entramos al pueblo, y paró en un estacionamiento de un mini market. Me quedé quieta, hasta que antes de bajar, me miró con mala cara;

—¿Te pretendes quedar acá? —alzó una ceja—. Baja. Ahora

Lo maldije mentalmente, y me bajé como lo había pedido.

Al ingresar a aquel mini supermercado, me encontré con la sorpresa de que estaba casi lleno. No se podía caminar de forma pacífica sin chocar con el hombro o el pie de alguien.

—No te separes de mi —me dijo al oído Cayden

Me sentí como una niña pequeña.

Caminamos a paso lento por los pasillos, y sin querer, me desvié un momento de los pasos de Cayden. Había un cartel pegado en la pared, a un lado de las grandes maquinas que mantenían los yogurts, mantequillas, entre otros.

—Maldición... —susurré para mi

Había un retrato dibujado de Javadd, con la bajada de ''Se busca'' en letras grandes. Y luego números de teléfono de departamentos de policía.

Seguí caminando, en busca de Cayden a quien había perdido de vista. Crucé otro pasillo, atiborrado de gente, cuando choqué con el torso de alguien, con mucha fuerza.

—Lo siento... —me disculpé bajando la vista, y siguiendo mi camino

Pero la persona me tomó del brazo.

Quise irme corriendo. Probablemente me habían reconocido de las noticias, y me llevarían...

Alcé la vista, y ahogué un grito.

—J...Javadd—murmuré confundida

Estaba allí parado, con expresión calmada, observándome

—Pero... tú...—me tomé el rostro, aturdida—. Te quemó vivo... Cayden...

Comencé a sollozar de forma sonora. No podía controlarme. No estaba entendiendo nada.

—¡Tú estabas en el fuego! —le apunté con el dedo, exclamando en voz baja —. Yo te vi...

Negó con la cabeza

—Sé zafarme de muchas cosas —dijo como respuesta

Creí que me iba a volver loca

—No... ustedes me quieren volver loca —murmuré, temblando—. ¡Ya basta!—grité cerrando los ojos, tomándome del cabello

Todo quedó en silencio. Cuando abrí los ojos, la gente me observaba desconcertada y atemorizada.

Mi pecho subía y bajaba desesperado.

—Tranquila—me calmó Javadd quien estaba frente a mí, aún.

Me tomó de la mano, y me llevó fuera de aquél negocio. Nos quedamos en el estacionamiento que si bien también estaba con mucha gente, al menos teníamos más privacidad.

—No entiendo nada—murmuré sin mirarlo

—No hay mucho que entender —escuché a mi lado—. Ya te lo dije. Sólo pude salirme de esta y ya

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