Capítulo dieciocho
Comencé a hacer cosas estúpidas por ver a Cayden. No sé con exactitud qué es lo que me movía a hacerlo, pero lo que sabía es que debía verlo e impedir que se suicidara.
Busqué la manera de conseguir una identificación falsa. Para seguir insistiendo en verlo, si era mayor de edad me concederían más fácil el acceso a las visitas.
Pero si no lo hacían...
De alguna manera debía entrar a la prisión de Stanborn, pero ¿Cómo?
En los recesos de una hora, mientras Javadd se sentaba a mi lado para leer, yo fingía hacerlo también, pero pensaba alguna manera de poder ver a Cayden.
¿Golpeando a los guardias? Ni en sueños, no tenía fuerza ni para golpear a un niño.
¿Yendo a prisión también? No funcionaba, porque me enviarían a la prisión femenina
¿Cambiarme de sexo...? Era pensar demasiado. Estaba volviéndome loca.
—Hey, te estoy hablando —Javadd me sacó de pensamientos—. ¿Quieres un café?
—¿Un café? —pregunté aún distraída
Asintió
—Está bien —respondí algo desorientada
—Vuelvo en seguida, cuida mis cosas —dejó el libro, su bolso y su celular encima de la banca en la que nos encontrábamos sentados
Asentí de vuelta y me concentré en, supuestamente, seguir leyendo.
Me acomodé sin querer, apoyando mi brazo en la mochila de Javadd, cuando esta se ladeó demasiado y botó algunas cosas.
Me asusté un poco, por el sonido, y me apresuré a guardar todo.
Cuando tomé uno de los papeles del suelo, quedé en shock. Esto no podía ser cierto...
Tenía las llaves para abrir la puerta de lo que quería.
Eran algunas identificaciones. Y junto a ellas, varios sobres de papel craft, simples. ¿Por qué habría de tener tantas identificaciones?
Guardé todo de manera rápida, y en unos minutos después llegó Javadd con dos cappuccinos en la mano.
¿Qué debía decirle?
Me entregó uno de los vasos de cartón, y luego se sentó a mi lado
—Javadd, vendes identificaciones falsas —le dije, medio en pregunta, medio afirmando
Se quedó petrificado y se le soltó el café de la mano, pero alcanzó a tomarlo antes de que se derramara.
—¿Qué? —preguntó con evidente miedo en los ojos
—Que sé que las vendes —le dije, segura—. Se cayeron de tu bolso, y al recogerlas para guardarlas las vi.
Suspiró, vencido
—Mira, por favor —se pasó la mano por la frente, nervioso—. No le digas a nadie, o...
—No lo diré, si me haces una —lo amenacé, con el rostro serio—. ¿Si?
Jamás había actuado así. Supongo que en circunstancias normales no le hubiera dicho nada.
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Insane
RomanceÉl iba a suicidarse desde el último piso de su escuela, la cual acababa de prender en llamas. Pero el destino quiso que no fuera así. Al lanzarse al vacío, bomberos y una colchoneta inflable lo esperaban ahí abajo. Cuando abrió los ojos, observó a u...