Capitulo 31

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Nabdiel se apoyó sobre la base del árbol que tenía alrededor de un metro de ancho, la sombra que daba se esparcía alrededor de un radio de cinco metros. Cruzo los brazos a la espera de su hermano.

Cuando lo vio, sonrió.

— apúrate pulgozo —apuro. Aliad le gruño.—

El enorme lobo gris se sentó en su patas traseras y observo a Nabdiel mientras este reía.

— no seas gruñón, hermanito

De ahí los dos guardaron silencio, sus frentes se arrugaron cuando el pensamiento de que no lograrían encontrar a la persona que buscaban.

Aliad tomo su forma humana, piel bronceada, ojos verdes amatista, cabello negro y con su metro noventa, y una musculatura que lo hacia ver aterrador, la diferencia entre el y Nabdiel era que su hermano, sus ojos, aquellos ojos ambarinos, cabello castaño, casi eran gemelos a diferencia que los dos eran de padres diferentes y por no decir que los dos odiaba al hombre que dono los espermas.

Muy pocos lo conocían, eran los hermanos temidos, sólo aquellos que querían poder y gloria a costa del dolor y el sufrimiento acudían a ellos dos. Ellos eran caos y orden, muerte y vida, gloria y miseria, vida y muerte, hijos de la diosa de la oscuridad.

— ¿averiguaste algo? –pregunto Nabdiel—

— no mucho, ella está en el templo de Hator, tu padre anda con una loba y no hablar del bastardo mío que está de lame culos con el cazador.

Aliad se cruzo de brazos, esperando la respuesta de su hermano, Nabdiel era el mayor de los dos, aunque los dos aparentaban tener la misma edad había un abismo de vida.

— si mi cálculos no son equivocados, Hator se despertará en una semana, el enemigo principal comenzara a moverse.

— cierto, tenemos que protegerla y regresar a casa con ella. No creo que padre este contentó si ella es lastimada.

— no es como si quisiera tener las bolas peladas, Aliad.

— te aseguro que es lo que menos quiero hermano. Considero que hay que espera hasta que bastardo sepa lo que hizo.

— muy bien, mientras hay que vigilar a Sebastián.

— me gustar ver su cara cuando nos vea fuera del tártaro, creo que se va a mear –comenzó reír Aliad–

— sólo queremos ver que clase de escorias son los bastardos que la hirieron —gruño Nabdiel– vigila a Darius y, yo a Orion.

Se recostaron sobre el pasto bajo la sombra de aquel árbol, Aliad comenzó a tallar un pedazo de palo con la navaja, mientras el contemplaba el cielo.

Sus tatuajes célticos que les cubrían el cuerpo, comenzaban a moverse para esparcir una onda de radar por si alguien se acercaba y ellos no estaban despierto, una habilidad que habían heredado de Axtro su querido abuelo.

— puede que al final salgamos regañados —hablo  Aliad– intentaremos no matarlos.

— no prometo nada —digo, se giró para dormir un rato— y no te pegues a mi si vas a dormir.

Aliad le tiro el caballo de madera a la cabeza y gruño.

— no eres buen hermano mayor, te acusare con nuestra madre.

— dile y yo le diré que mataste a tu última amante.

Aliad bufó enojado y se cruzo de brazos.

— intentó enlazarme con su sangre, así que me tome la libertad de rebanarle el cuello —sacó un pitillo de la chaqueta, chasqueo los dedos y enseguida el pitillo se encendió— sigue durmiendo.

2° DULCE TENTACIÓN. (Sin Editar) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora