Narra Azahara, la protagonista.
El viaje de vuelta, aunque no estábamos tan alejados de la orilla, se hace eterno. El silencio reina y solo se escucha a Pablo sorber los mocos de vez en cuando y no me quiero ni preguntar si está llorando. Yo clavo mis uñas en mis rodillas y me concentro en mirar el agua para evitar llorar. Cuando ya empiezo a ver la orilla acercarse a mí, suelto un suspiro que ni yo sabía que venía y me giro para coger mi móvil de la bolsa. Reviso los mensajes. Uno de mi madre y uno de María. Los ignoro.
Vuelvo a mirar a Pablo, por primera vez en casi 20 minutos y tiene el ceño fruncido y se ha quemado un poco las mejillas porque las tiene rojas. Noto como se da cuenta de mi mirada y como agacha la cabeza para mirarse los pies. Estoy realmente enamorada de él y tengo miedo, mucho miedo.
En realidad, nada de lo que dije anteriormente lo pensaba, no creo que todo sea para eso, para fama. Si una cosa queda clara es que la fama que tiene Pablo es gracias a su voz y a su humildad. Nada que ver. Y soy una estúpida de primera categoría porque me quiere, y yo no me he dado cuenta, o no he querido darme cuenta, pero lo hace y lo hace muy bien, el quererme.
Cuando Pablo estaciona el barco en su sitio me levanto a coger la bolsa del McDonalds y meto todas las cajas que han estado esparcidas por el barco y me dispongo a salir. Pablo está en las escaleras con la bolsa de mi bikini mojado y choco con él.
-Pasa. - murmura suavemente. Intento mirarlo a los ojos pero no me mira, solo mira el suelo, y se nota que está triste, por suerte no está enfadado ni tiene rabia, solo está triste y creo que decepcionado.
-Gracias. - Susurro agachando la mirada. Me paro en el paseo esperando a que salga del barco y cuando lo hace seguimos para adelante. Él se acerca a la caseta y yo me quedo a unos metros de distancia observándolo.
Veo como entrecierra los ojos y sonríe falsamente, saca dientes y una sonrisa enorme se dibuja en su cara, pero no es una sonrisa real, no es feliz. Y es por mi culpa. Saca la cartera de la bolsa y veo como aguanta mi móvil entre sus dos dedos mientras rebusca la cartera. Saca la visa, sonríe otra vez, murmura algo, paga y se da la vuelta. Cuando se ha dado la vuelta vuelve a estar serio completamente. Me mira esperando a que le siga y yo echo a andar detrás de él.
Pasamos por toda la playa en silencio, andando rápido como cuando vinimos, pero ahora no me coge de la mano, ni si quiera se gira para ver si le sigo y me planteo si quedarme aquí quieta haría que se largara sin mi o se pararía a esperarme. Ya no hay tanta gente como antes, está oscureciendo aunque no sé bien la hora que es y busco con los ojos aquella família que cantaba las canciones de mi chico barbita. No están.
Por fin, llegamos al coche, el camino se me ha echo eterno y yo sacudo la arena de mis chanclas para no dejarle el coche lleno de arena. Intento abrir la puerta pero está el seguro puesto y le sonrío por encima del coche para que me abra. Pablo asiente y pulsa el botón de la llave y yo entro en el coche.
A pesar de que lo habíamos dejado en la sombra ahora mismo está ardiendo y el cuero se pega a mis piernas desnudas y yo me intento aguantar, porque no quema tanto como me quema el alma ahora mismo, así que puedo aguantarlo. Pablo pone una toalla en su asiento y se sube al coche. Pone el aire, baja las ventanillas, se pone el cinturón, comprueba que yo lo llevo y arranca.
No habla, no me mira a la cara, nada. Serio. Concentrado en la carretera. Se me había olvidado lo que era estar en el coche sin su mano en mi muslo y no me gusta esta sensación de vacío. Está a 20 centímetros de mí y lo noto más lejos que nunca.
Enciende la radio, supongo, porque hasta él se ha dado cuenta de que la tensión aquí dentro se puede cortar con un cuchillo. Suena una canción en inglés, la típica que sabes tararear pero no tienes ni idea de quién es, ni de como se llama. Pues una así. Yo tarareo sin hablar, simplemente moviendo los labios. Pronto se acaba porque ya la había puesto por la mitad. Suena un anuncio de promoción de Cadena100, 10 segundos después suena "Te he echado de menos". Yo sonrío con una sonrisa de oreja a oreja y acerco mi mano a la radio para darle más volumen pero Pablo se me adelanta y apaga la radio.
El coche se queda en silencio y lo único que se escucha es mi alma, partiéndose en pedazos.
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Oscuridad
Teen FictionAzahara era una chica con muchos problemas. Ni su físico, ni sus amistades, ni nada de su entorno ayudaba para que toda su tristeza desapareciera. Era buena en los estudios, e incluso más inteligente de lo que llegaba a demostrar. Su vida se desmoro...