Los más largos

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Narra Pablo, el chico barbita. 

Hace 15 minutos que María me dijo que estaban aquí, si ya estaba nervioso después de esto no puedo respirar si quiera como una persona normal. Mi barriga da vueltas de arriba a abajo y si no fuera un hombre me plantearía si estoy embarazado y da pataditas el bebé, no puedo hablar como una persona normal porque la voz no me sale, tengo un nudo en la garganta que no consigo tragarme y estoy todo el rato sentado porque si me levanto me caeré. Solo bebo agua y miro el reloj. 

Son los veinte minutos más largos de mi vida. No paro de mirar a Esperanza, pidiéndole salir ya pero me detiene con un gesto, contra más aguante ahora antes acabaré, pero no puedo más. 

Me muero de ganas por ver a Azahara, por volver a ver como sonríe tímidamente y se tapa la cara con la mano para que no la vea, por ver como achina los ojos porque sin gafas no ve de lejos y como nunca se las pone siempre tiene que entrecerrarlos para visualizar algo lejano con claridad, o como levanta las cejas de la impresión, como le tiemblan las piernas y como aprieta su abdomen como si ahí sobrara algo, y lo que pasa es que falto yo abrazándola. 

Han pasado dos meses desde la última vez que toqué su cara, le repetí que la quería 10 veces y en 5 idiomas diferentes porque no sabía seguro si le había quedado claro y porque lo que yo sí que tenía claro es que todo era una despedida. No quería forzar algo que ella no quería tener pero yo me moría, de la misma manera que ahora, por sus huesos. Y a pesar de nombrarla (con indirectas) en todas las entrevistas, en todos los mensajes en las redes sociales, en todas mis canciones,... A pesar de haber hablado con María todos los días desde entonces, y saber perfectamente como se encuentra y como está por alguna foto que María consiguió hacerle desprevenida para mí, a pesar de todo eso no sé como voy a reaccionar cuando la tenga delante. Necesito verla ya. Solo tres minutos. 

OscuridadWhere stories live. Discover now