CAPÍTULO 5

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La Misión.

Rachel. 

Reviso todo para no olvidarme de nada, vuelvo a hacer un repaso mental de todo lo que debo llevar:  Armas, municiones, GPS y rastreador. Todo lo primordial está ubicado estratégicamente en mi uniforme.

Me miro frente al espejo. El uniforme es un enterizo de cuero negro que se pega al cuerpo como una segunda piel, está diseñado para tener libertad de movimientos  y para usar en cualquier tipo de clima. Es cómodo y se puede separar de la parte de arriba para pasar inadvertida ante situaciones inesperadas.

Está reforzado con un grueso chaleco antibalas que resguarda tanto municiones como un equipo tecnológico.

—Ya es hora —comenta Luisa desanimada.

Brenda me trenza el cabello.

—¡Vete, el coronel se enojará si llegas tarde! —me advierte.

Le doy un abrazo a cada una, animo a Luisa diciéndole que Brenda la acompañará en mi ausencia. Me sonríe mientras me devuelve el abrazo. Es como mi hermana, encima con la ausencia de Simón sé que tendrá el ánimo por el piso.

Los soldados nuevos están en la pista, me uno al grupo. El coronel no tarda en llegar, lo observo ignorando lo atractivo que se ve con el uniforme.

—El capitán Thompson nos espera en Manaos —avisa— De allí partiremos hacia Puerto Escondido, ya localizaron a las víctimas.

Nos entregan el armamento que consiste en dos granadas y una ametralladora de largo alcance con silenciador.

Abordo el micro avión M19 creado para misiones de rescate. El material lo hace silencioso debido a que el sonido del motor es un leve ronroneo. Tiene espacio máximo para diez personas.

El asiento es una tortura ya que es una barra pegada a la pared y para mantenerse seguro hay que sujetarse con los cinturones de seguridad.

William y la mujer de cabeza rapada se ubican a mi lado mientras el coronel se posa al frente con el sargento en ascenso.

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—Debemos actuar —murmuran en voz baja.

 Abro los ojos, el avión esta en medio de una corriente de aire.

Enderezo la espalda, me duele el culo de tanto estar sentada. Miro a mi alrededor, el ambiente está tenso.

El Sargento Suárez tiene los codos sobre las rodillas y la mirada perdida, en tanto Christopher tiene la cabeza recostada sobre la pared. Está dormido.

William se fue al lado de Miranda «¿Todos están sospechosos?» O tantas horas de vuelo me están volviendo paranoica.

Vuelvo a recostar la cabeza para conciliar el sueño, aún faltan cinco horas de vuelo.

«La brisa fría se filtra  por la ventana, siento frío. Me levanto y camino hacia la cómoda que sostiene el televisor, Lulú guardó el control de la calefacción dentro de uno de los cajones».

La habitación está iluminada con la luz que se filtra desde afuera.

Brazos fornidos  me rodean. ¿Bratt? Sus manos bajan por mi cuello posándose sobre mis pechos, los acaricia trazando círculos alrededor de mis pezones mientras muerde el lóbulo de mi oreja. No son caricias tiernas y suaves como las de siempre, éstas están cargadas de un profundo deseo. Desciende por mis caderas y continúa hasta mi sexo apartando la tela de mis bragas sumergiéndose en mi entrepierna. 

Lascivia (Disponible en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora