CAPÍTULO 27

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Bailemos.

Christopher.

El cuerpo desnudo de Rachel adorna mi cama entre sábanas blancas, la veo dormir mientras admiro lo sexy que se ve respirando lento y con el cabello a lo largo de la almohada. 

Entiendo a Bratt en ciertas cosas, es imposible no ser posesivo con semejante mujer sabiendo que es una tentación andante.

Respiro hondo, lástima. A veces nos preocupamos más por saber quién nos va a atacar, que no nos damos cuenta de quien ya nos está clavando el cuchillo.

No voy a decir que no me apena, porque sí lo hace, me jode verle la cara de idiota, sin embargo, me niego a soltarla. Quiero disfrutarla de tantas maneras que no me alcanzaría la vida para hacerle todo lo que quiero. 

Lo que pensé que sería sexo esporádico se convirtió en una maraña de reclamos, celos y escándalos a media noche, aún así, la gran pregunta es ¿Por qué lo tolero? Se supone que debo mandar todo por un tubo a kilómetros donde no me afecte.

No lo estoy haciendo, por el contrario, estoy enredándome más ya que me estoy volviendo adicto al éxtasis que emiten sus curvas. Es que está tan jodidamente buena que vale la pena raptarla para poseerla cada que me apetezca. 

Dejo de mirarla y salgo en busca de algo para beber, Miranda se fue a su fin de semana libre mientras que Marie se largó a jugar cartas a la casa de una amiga. 

Me paseo descalzo por la cocina con una cerveza en la mano, abro y cierro las puertas de la despensa y de la nevera en busca de algo para comer, no hay nada preparado, así que opto por pedir comida a domicilio.

Pido que traigan todo a las siete en tanto saco un cuenco de fresas para picar mientras llega la hora. Complemento la idea con crema batida. 

—Hola —saluda Rachel al lado del acuario.

 Está envuelta en una sábana, trae el cabello alborotado y las mejillas rojas.

—Hola —contesto sin tener una mejor respuesta. No hemos hablado mucho después de  lo sucedido en el balcón.

—Tengo varias llamadas perdidas de Bratt —dice preocupada— ¿Se puso en contacto contigo? Intenté llamarlo pero no tiene cobertura en el móvil.

—Hablamos hace una hora —apoyo los codos en la barra de la cocina— Se reportó informando que él y su tropa están bien.

—¿Qué hay de la misión?

—Sigue en proceso.

—¿Dijo algo más?

La pregunta le sale con un atisbo de ilusión. 

—No.

No me cae el papel de paloma mensajera con declaraciones de amor, además, tampoco quiero decirle que hay un conteo regresivo en el tiempo que nos queda.

—¿Tienes hambre?

Asiente con la cabeza encaramándose en uno de los bancos altos de la barra. Procuro distraer la mirada en otro lado cuando le ofrezco el cuenco de fresas ya que estoy suponiendo que no trae nada debajo de la sabana y tal cosa me esta poniendo la polla como una piedra. 

—Pedí comida para más tarde...

Las patas de Zeus resuenan en el mármol, asoma su cabeza en una de las esquinas ladrando en dirección a Rachel, corre y se pone en dos patas llamando la atención.

Lascivia (Disponible en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora