CAPITULO 57

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Bratt

El ojo de la hoguera. 

Bajo del taxi que me deja en la entrada de mi edificio, el portero sale ayudarme con las maletas mientas sujeto los presentes que la traje a Rachel. La distancia me dio espacio para pensar y los consejos de Marie me hicieron entender que con paciencia puedo lograr lo que quiero. 

Mi última impresión con ella no fue la mejor, me salí de casillas y terminé gritándola como un maniático, he estado planeando como recomponer eso. Me di una vuelta por el mercado chino y compré el tipo detalles que le gustan; un reloj para su mesita de noche, un abanico artesanal y pulseras y pendientes. Ama los pequeños detalles e hice lo posible por imaginarme la cara que pondrá cuando se lo entregue. 

Dejo mi abrigo en el perchero cuando entro a mi piso y me preparo un té mientras organizo el desorden que deje. Hablo con Simon que se está midiendo el esmoquin para la boda y en medio de la charla me informa que Rachel está con Luisa ultimando detalles. Me quedo en casa el resto de la tarde y termino dormido en el sofá cuando me harto de ver televisión. 

Me afeito a la mañana siguiente, paso a la barbería para que me corten el cabello y recojo los detalles que le llevaré a Rachel. Abordo el Mercedes al medio día y media hora después estaciono frente a su torre. Lulú está en la recepción apoyada con los codos sobre el mostrador con un mini vestido que deja muy poco a la imaginación. 

—Joven Bratt —saluda cuando me ve— Qué sorpresa tenerlo por acá.

—¿Cómo están?— correspondo el saludo dándole un beso en la mejilla y un apretón de mano al hombre detrás del mostrador.

—Bien, la señorita Rachel está tomando una siesta. ¿Desea ir a despertarla?

—¡Tú! — exclama una anciana bajando por las escaleras— ¡Niña del demonio, mi casa se está inundando por tu culpa!

—¡No puede ser! —recoge las bolsas de la comida que tenía en el suelo— ¡Olvide conectar el desagüe de la lavadora!

Se va seguida de los insultos de la anciana.

—¡Lulú! —la llama el portero— ¡Olvidaste otra vez la correspondencia! 

Su llamado llega tarde, la mexicana ya se perdió la en la escalera. 

—Yo lo llevo —recibo el paquete— Con Lulú no llegarán nunca. 

Subo por el ascensor y el pasillo es un charco de agua, adentro Lulú se pasea con el trapeador intentando que el agua no cause más estragos.

—Lo siento, pero no puedo dejar que despierte a la señorita Rachel —aclara— Me arrancara la cabeza si sabe que volví a inundar el depa de abajo. 

—No importa — me encaramo en las butacas del comedor— Puedo esperar.

Sigue con su tarea y por mi parte me pongo a revisar el móvil. Lulú me ofrece café y al cabo de un rato deja al apartamento totalmente seco. 

 —Voy a secar el piso de abajo —avisa— No me extraño, que no tardo. 

—Eso espero —bromeo. 

Cansado dejo el móvil de lado, me sirvo un vaso de agua y vuelvo a la butaca ojeando los sobres que me entrego el portero. Cupones, facturas, invitaciones a reuniones. Folletos de revistas de inmobiliarias, no es más de lo que recibo todos los días.

Se me cae uno y me agacho a recogerlo. Es distinto a los demás, blanco con rojo y tiene el distintivo de la rama gubernamental. 

Del: Departamento gubernamental de Cadin.

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