CAPÍTULO 9

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La Discoteca.

Rachel. 

Tres semanas después.

Turistas y habitantes aprovechan el sol de agosto para disfrutar en familia.

Un grupo de estudiantes toma capuchino en una cafetería de Baker Street, a su lado una pareja disfruta de una copa de helado dándose cucharadas entre sí.

El remordimiento no deja de golpearme cada vez que recuerdo a Bratt y a mí haciendo lo mismo. 

Dos hombres y una mujer se levantan a pagar la cuenta, llevan un maletín negro. Están bajo la mira desde que llegaron ya que son sospechosos de un posible ataque terrorista.

—Objetivo confirmado —me avisan por medio del auricular— Procedan a la captura.

—Entendido —susurro.

Brenda e Irina esperan mis instrucciones.

El perímetro está rodeado por agentes de la FEMF. Hemos estado montando guardia toda la mañana.

—Es hora —le ordeno a Brenda.

Se levanta con el ticket de la cuenta haciendo fila detrás de los sospechosos. Mi colega zapatea con un solo pie «Maniobra para desesperar al contrincante» 

—Ve a cubrirla —le indico a Irina.

Sigue a Brenda poniéndole  tema de conversación en la fila, ambas se muestran como si fueran viejas amigas. En una de las mesas Alan y Harry observan la escena a la espera de una orden para actuar.

—Señor, dígale al de la caja que se mueva —Brenda le habla a uno de los sospechosos— Tenemos afán. 

El hombre la ignora devolviéndose hacia sus acompañantes hablándoles en ruso. 

Una camioneta cuatro por cuatro se estaciona afuera, los sospechosos se adelantan e insisten en ser atendidos.

Maldigo mentalmente cuando veo la patrulla que se aproxima. 

—¿Qué hace la policía aquí? —reclama Reynals en el auricular— Es un caso perteneciente a nuestra rama.

Cuatro oficiales bajan del auto quedándose en la puerta mientras que los sospechosos se encaminan a la salida como si nada. 

Alan y Harry se levantan. 

—A sus posiciones —ordeno.

Hay que capturarlos antes de que aborden la camioneta. Con calma, evitando algún tipo de caos que pueda atemorizar a la gente.

—Alto —los detiene uno de los policías— Prepárense para una requisa.

—¿Requisa? — pregunta la mujer con acento ruso —¿Por qué? Solo tomábamos café.

—Oponerse es desacato a la autoridad.

Un policía se acerca al teniente que está frente a los sospechosos, le habla al oído y el hombre niega con la cabeza.

—Maletines, por favor —insiste.

—Pero, ¿Qué diablos?! —chilla Harry en mi oído—Se les acaba de avisar que es una misión de nuestra competencia.

La mujer abre el bolso mientra los dos hombres hacen el ademán de entregar el maletín.

—¡Muévete, muévete! —me avisa Brenda cuando nota que sacan dos armas.

—¡Todos al suelo! —grita Irina.

Descargan el arma contra el oficial que intenta revisar el bolso de la mujer, el teniente se arroja al piso evitando los proyectiles. El caos se desata cuando la mujer da un giro de 360 grados soltando tiros que acaban con la vida de varios comensales. 

Lascivia (Disponible en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora