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Ni tan príncipe, ni tan santo.
Bratt.
Cuelgo el teléfono después de casi dos horas convenciendo a mi madre y a Sabrina que desistan de la estúpida demanda de divorcio.
Se pasan con sus intentos de presión, se supone que si van arreglar las cosas deben irse por el lado pacífico, no con una demanda que le quite toda la fortuna.
No quise mencionar el compromiso con Rachel, no es oportuno con los problemas que tenemos encima y debo buscar el momento indicado, uno donde todos estén felices y tranquilos.
Papá no me preocupa, pero mamá y Sabrina sí. Lo más seguro es que inicien una batalla campal cuando sepan que mi apellido irá ligado a los de los James, ya estoy preparado para el discurso de odio, clases aristocráticas, libertinaje y desfachatez.
Por otro lado; Están Christopher y Rachel quienes se odian a morir y lo más seguro es que continúen así, si ninguno de los dos pone de su parte. Estoy harto. Todo es una pelea Rachel vs Christopher, Rachel vs Sabrina, Christopher vs Sabrina. Todos contra todos como si estuviéramos en la guerra de los mil dias.
—Capitán —Meredith se asoma en la puerta.
—Sigue —la invitó a pasar— ¿Encontraste a la teniente James?
—Por eso vine. La busqué en su oficina, en la cafetería y áreas comunes, pero no la encontré, su capitán dijo que no sabía de su paradero, así que me di una vuelta por el comando.
—Y... ¿La encontraste?
—Sí señor, pero no quise molestarla ya que está en el hipódromo con el soldado Alan Oliveira.
Se me encienden las orejas al momento de mirar el reloj. Son las siete de la noche y está lloviendo a cantaros. ¿Qué demonios hace con un soldado en el hipódromo? Los tiempos de entrenamientos tienen horarios y ella no tenía ninguno estipulado.
—¿Sigue ahí?
—Si señor.
—Puedes retirarte, gracias.
—Como ordene mi capitán —me dedica un saludo militar antes de marcharse.
Salgo a cerciorarme de que tan cierta es la versión de Meredith. La tormenta ahora es una simple llovizna. Cruzó las canchas de entrenamiento físico y el césped húmedo salpica gotas de agua bajo la presión de mis botas.
Capto la risa de mi novia y me detengo cuando compruebo que mi sargento no mentía ya que mi prometida y futura esposa está llena de barro jalando las riendas de una yegua. Yegua, que si mi memoria no falla fue un regalo de su papá hace cuatro años.
Alan esta encima del animal con las manos sobre el agarre de la silla y ambos ríen con desparpajo mientras ella da zancadas sobre la tierra mojada.
Un rayo retumba y el animal retrocede relinchando en dos patas, Rachel suelta las riendas yéndose de bruces al barro.
«Detesto que se rebaje» Corro a socorrerla luchando con el lodo que me absorbe los pies.
—Creo que me entró barro en el sostén —ríe en el suelo.
El soldado se aparta de la yegua tratando de levantar a mi novia.
— ¡¿Está bien?! —pregunta alarmado con las manos a pocos centímetros de su busto.
—¡Suéltala! —le bramo.
Ambos voltean mirarme y Alan suelta dejando que caiga de nuevo en el lodo.
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Lascivia (Disponible en librerías)
RomanceLas vacaciones acabaron y Rachel debe volver a su puesto como teniente en el ejército de la FEMF, encontrándose con que la central de Londres no es lo mismo. Llegó un nuevo coronel, soberbio y con una belleza que no parece humana. Hombre que no tie...