CAPÍTULO 14

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Cadin.

Christopher.

Cierro los ojos dejándome llevar por el placer del momento. Ella aparece con sus ojos azules mirándome con deseo «Me gusta demasiado» Los labios, los ojos, ella y esa forma de prenderse de una forma tan sexy.

Se me endurece la polla con su recuerdo mientras acaricio la cabeza de la rubia que tengo entre los muslos.

—¿Lo hago bien? —pregunta arrastrando la lengua por el glande inflamado de mi pene.

No contesto, le tomo la cabeza encajándome en su boca. Exhalo al sentir como succiona tensando el agarre de mis manos en su cabello cuando menea la cabeza de arriba abajo. El placer me atraviesa y... 

Le tomo los hombros advirtiéndole que se aleje. No se mueve, no creo aguantar más, por lo tanto, la aparto a las malas tomando una bocanada de aire. 

—Es un placer servirle coronel —sonríe.

—Fue una buena mamada matutina —me acomodo la polla en el pantalón.

—Cuente con una todos los días en cuanto vuelva de New York.

—Es bueno saberlo...

Achina los ojos, «¡Joder, olvidé su nombre!» Bajo la mirada a la placa de metal que está sobre la mesa "Capitán: Sheila Stone".

—Sheila.

Vuelve a sonreír.

—Puedo darle mi número y usted puede darme el suyo... Ya sabe, para mantenernos en contacto.

«Ya empezó».

—No es necesario, no pienso llamarte ni tampoco quiero que tú lo hagas.

—Pensé que podríamos... —me mira con rabia— Llegar a tener algo más.

—Que me la mames no quiere decir que tendremos una cita ni nada de eso —me acomodo la ropa encaminándome a la salida— Espero un buen desempeño en New York.

Intenta decir algo pero no la dejo, simplemente cierro la puerta largándome a trabajar. 

Laurens se levanta cuando me ve, el movimiento repentino arroja la silla al suelo causando un estruendo en el piso.

—Buenos días señor.

—Quiero un café americano, grande y sin azúcar —le ordeno antes de meterme a la oficina.

Los rayos de sol se asoman en el vidrio secando las gotas de agua que empapan el ventanal.

Afuera, la tropa de Dominic Parker trota en el campo húmedo con Rachel a la cabeza. Detiene la práctica en el centro de la cancha. No escucho lo que dice, pero puedo ver los gestos que hace cuando habla.

Estallan en aplausos, algunos chocan las manos en el aire, otros son un poco más atrevidos y se acercan a abrazarla. Entre esos, uno de los soldados de Brasil, tampoco recuerdo su nombre, pero lo he oído fanfarronear en la cafetería sobre lo bien que ella lo trata.

Ella le pega con el puño cerrado en el hombro, entre tanto él le pasa el brazo sobre la nuca.

Me aparto molesto, me hastía que no se comporte como lo que es. 

Laurens entra a paso de tortuga, me lleno de paciencia. Todo con ella es así, no entiendo como Sloan pudo tolerarla tanto tiempo.

La taza que trae parece tener un vibrador. Se acerca por mi derecha derramando el líquido en el plato.

—Deberías ir a que te revisen las manos —tomo el poco café que quedó en la taza.

—Lo siento señor...

Lascivia (Disponible en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora