CAPÍTULO 35

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Mi primera vez.

Rachel. 

Me escabullo por los pasillos apresurandome a la escalera. No quiero toparme con el coronel, ni tener que tolerar sus miradas de mierda. Piso la tercera planta y corro a la puerta de mi novio. 

—¡Adelante! — grita adentro cuando toco. 

La oficina de los capitanes es más pequeña que la del coronel, Bratt la acomodó a su modo con persianas caoba, títulos enmarcados y un sinfín de mini armas de coleccion. 

—Hola cariño— me saluda apartándose el móvil de la oreja— Termino esta llamada y nos vamos almorzar. Es importante y no la puedo posponer.

Le sonrió en señal de aprobación.

Recorro la oficina, siento que llevo años sin venir aquí. Hojeo el álbum de monedas internacionales y las figuras de cristal sobre la madera. A Bratt le gustan los pequeños detalles, en esa misma hilera de decoración hay fotografías con marcos de plata, él en sus primeros días como cadete, una de sus abuelos, otra de toda la familia Lewis y una de los dos en las playas de Gales.

Jamás olvidaré lo feliz que fui el día que nos tomaron la foto, ya llevábamos un año de noviazgo y aun no habíamos pasado a segunda base, él siempre se mostró paciente y respetuoso recalcando que quería que el momento surgiera sin tener que forzarlo. 

Nos habíamos tomado unas pequeñas vacaciones para que pudiera conocer un poco más del reino unido. Llegamos a la ciudad en tren e hicimos un recorrido por Cardiff explorando un poco de todo, tomamos cerveza inglesa y cabalgamos a las orillas de la playa, fue un día espectacular. 

Salimos a cenar, a bailar, fue gracioso verlo intentar bailar Jazz.

Nos hospedamos en un hotel con vista a la costa. Cuando entramos a la habitación me encontré con la sorpresa de que había decorado todo el lugar con rosas y velas, las sábanas blancas estaban cubiertas de pétalos rojos y en cada esquina había globos en forma de corazón.

—Bueno— dijo nervioso— No esperaba que la decoración fuera tan empalagosa.

—Me gusta —le sonreí y lo abracé, sentía que tanto amor me iba a deteru el pecho. 

Nos besamos y recorrió mi cuello con sus labios, estaba nerviosa y temblaba bajo sus brazos, pero él fue paciente, se tomó el tiempo de colocar nuestra canción favorita, prender la chimenea y quemar malvaviscos en el fuego. 

Se acostó conmigo, me envolvió en sus brazos, me susurro lo mucho que me amaba y lo feliz que estaba de haberme conocido. Me refugie en su cuello y aspire su dulce fragancia, sus manos recorrieron mis piernas y fueron al bajo de mi vestido, me desnudo bajo la luz de las velas llenándome la espalda de besos urgidos. 

Sus besos me rectificaron lo mucho que me amaba, sus caricias y abrazos me hicieron sentir segura y sus palabras dulces me hicieron sentir que era lo más bello de su mundo. Entro en mi con lentitud preguntándome si estaba bien, quería parecer paciente pero el sudor de su frente y la respiración entrecortada demostraban lo que realmente estaba sintiendo, ahogo mi pequeño grito de dolor con un beso profundo y dulce, susurro mil veces mi nombre cuando acabo dentro de mí, se posó a mi lado se disculpó por haberme lastimado y volvió acurrucarme en sus brazos.

Es jodido extrañarse a uno mismo cuando te ves en antiguas fotos feliz y con una sonrisa diferente.

—Buenos tardes capitán — abren la puerta. 

Lascivia (Disponible en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora