CAPÍTULO 34

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Rachel.

El novio ejemplar. 

Los ojos verdes que me han mirado durante cinco años, se concentran en mí con esa hermosa manera que siempre han tenido de verme. Como si fuera el ser más lindo de la tierra, como si fuera lo mejor que le ha pasado y como si el universo se detuviera con solo tenerme de frente. 

—Te eche de menos—me dice.

Colapso como si me arrojaran una bomba al pecho y me destrozara en infinidad de pedazos, suelto el bolso que me cuelga en el hombro recostando la espalda en la pared «Duele» El llanto me ataca y me tapo la boca para contener los sollozos pero no puedo. 

Su calor me envuelve mientras me da un beso en la coronilla dejando que me aferre a la tela de su playera. 

—Tranquila cariño ya estoy aquí y estoy bien —susurra— No volveré a irme.

El hombre con quien planee tantas cosas está aquí después de haberlo traicionado de la peor manera. No puedo mirarlo, no después de haber estado hace poco en los brazos de su mejor amigo sucumbiendo a lo que tuve que evitar. 

—Los siento tanto — sollozo contra su pecho— Yo... Joder, yo... Perdóname. 

Toma mi cara entre sus manos. 

—Hey no te pongas así, ya paso...

—No me entiendes...

—Si te entiendo y no te voy a negar que estoy cabreado por lo que ha pasado, pero no es para que te pongas así.

Su inocencia frente al tema me mata, es como si se estuviera burlando de él mismo. Me levanta del piso tomándome de los hombros, limpia mis lágrimas y me llena la cara de besos.

Sin lágrimas en los ojos puedo detallar los golpes y rasguños que tiene en la cara, tiene un enorme circulo morado en uno de los pómulos y trae la mano izquierda vendada.

—¿Estás herido? —lo reviso. 

—No, solo recibí unos cuantos golpes, pero estoy bien—vuelve abrazarme.

—Tuve mucho miedo de que te pasara algo, los Mascherano...

—Sé todo lo que ha pasado con los Halcones y los Mascherano, pero estamos bien, mi tropa salió ilesa.

Se cuelga mi bolso en el hombro. 

—Hablemos en el auto, tengo una reunión en dos horas. 

Asiento, me toma la mano y dejo que me lleve a su Mercedes. 

—¿Quieres que conduzca yo? Tu mano esta lastimada.

—Tranquila—me sonríe— No es que me duela mucho.

Se pone en marcha, lo observo y parece que tuviera un yunque en el tórax. Surgen las dudas y no paro de preguntarme que tan fácil será olvidar. 

Me cuenta los detalles de la misión, de cómo tuvo que esperar el punto de quiebre de los Halcones para poder atacar, todos quedaron perplejos ante el atentado.

No me sorprende su triunfo, Bratt es uno de los mejores capitanes de la FEMF y no da puntada sin dedal. 

Llegamos a la central, pasa por el código de rutina, estaciona el auto y toma mi mano antes de que bajemos. 

—Estaré ocupado todo el día, pero tratare de que podamos almorzar y cenar juntos.

—Si, te buscare al medio día.

Lascivia (Disponible en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora