Habitación 263.
Miró la tarjeta negra y dorada que le había dado la recepcionista después de saber que se llamaba Lee Donghae. Ésta no había indicado en qué dirección se encontraba la puerta marcada con esas cifras, no le había dicho que aquel hotel era como un laberinto y que posiblemente iba a perderse al salir del ascensor. Todas las puertas eran iguales, los pasillos largos giraban en esquinas o se dividían en dos de repente. Era un hotel enorme y él un chico con muy mala orientación.
Tardó media hora en pararse frente a una puerta blanca, con un desgastado 263 sobre ella, y suspirar aliviado. Había sido un día muy duro, más de lo que había imaginado, y eso que se trataba de la boda de su perfecto hermano mayor. Solo quería tirarse en la cama y dormir; ya tendría tiempo de darse un buen baño caliente la mañana siguiente. Estiró la mano con la tarjeta y la metió en el cerrojo para desbloquear la puerta, esperando que la luz se pusiera verde o se oyera un clic.
Pero la luz se puso roja.
Sacó la tarjeta tranquilamente, le dio la vuelta y volvió a intentarlo, pero tampoco funcionó. No era la primera vez que rompía la llave de su habitación, aunque sí la primera que le ocurría sin siquiera haberla usado. Resopló. No podía habérsela cargado si la acababa de coger de Recepción.
Lo hizo de nuevo dos o tres veces, luchando contra la puerta, el cerrojo, la tarjeta, las luces y contra sí mismo. Gruñó irritado muchas veces en un volumen que no consideró muy alto. Todos dormían a su alrededor. Él había sido el único que, a pesar de querer irse, había decidido quedarse hasta que la pareja se fuese de la fiesta, cuando el cielo ya anunciaba la noche. Aunque, en realidad, no lo había decidido, su madre le había dicho que lo hiciera, y él había preferido no llevarle la contraria, sentarse en una mesa apartada y beber un poco. No recordaba las veces que había rellenado la copa.
Tenía hambre, le ardía el estómago, le dolía la cabeza y, encima, le escocían las manos. Si bien todos en algún momento le habían preguntado si estaba bien y su madre había hecho especial hincapié en que tuviera cuidado con ellas, habría preferido ser ignorado y haber llegado al hotel dos o tres horas antes de rendirse ante el alcohol. Éste le odiaba, no le sentaba nada bien. Y no es que estuviera borracho, pero se sentía muerto en vida. Le daba miedo imaginar cómo iba a despertar al día siguiente.
Se agarró el estómago la séptima vez que sacó la tarjeta. El sabor de la bilis subió por su garganta, dándole ganas de vomitar la comida, la merienda y todos esos dulces; además del vino. Cerró los ojos, tomó aire profundamente y lo soltó.
—Ábrete —rogó, dejando la tarjeta en su bolsillo. Se aferró al picaporte de la puerta y tiró de él bruscamente. Cuando se dio cuenta que debía empujar, lo hizo, lanzándose contra la puerta hasta que se hizo daño en el hombro— Ábrete o llamaré a los de seguridad. Y tanto tú como yo sabemos que no quieres eso. Así que déjame entrar a mí habitación ahora mismo, puerta asquerosa.
Ella lo ignoró.
Donghae le dio una patada, pero quien se hizo daño fue él. Se apoyó en la pared, agarrándose el pie.
—Te odio —gruñó.
—¿Qué le estás haciendo a la puerta de mi habitación?
Alzó la cabeza despacio; había reconocido esa voz. Lo vio frente a él, cruzado de brazos, con la cámara colgándole del cuello y sus profundos ojos negros observándole inquisitivamente. Dejó el pie en el suelo y se apartó de la puerta.
—¿Qué? Es mi habitación —lo vio negar con la cabeza. Metió la mano en el bolsillo para sacar la tarjeta y se balanceó hasta él con la mano en el estómago, con la intención de mostrarle que los números coincidían— ¿Ves? 263.
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Inefable [EunHae +18]
FanfictionHyukjae es fotógrafo y sarcástico a tiempo completo. Donghae estudia para heredar la empresa de su padre. No se odian. No se quieren. No hay palabras para describir lo que sienten. Sencillamente inefable. ▶Queda prohibida la copia total o parcial de...