Capítulo 23

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El sonido de su teléfono lo despertó a las siete de la mañana de un sábado. Tumbado boca abajo, Hyukjae se limpió la baba de los labios y estiró una mano hacia el aparato que no dejaba de chillar sobre su mesilla. Intentó leer el nombre, pero sus ojos todavía no se habían acostumbrado a la luz y la pantalla brillaba demasiado. Se encogió de hombros, respondiendo. Tenía que ser Sora. ¿Quién si no?

Giró su cabeza hacia la derecha. Donghae dormía; en posición fetal, con el flequillo despeinado sobre la frente, abrazado a la sábana como si le fuese la vida en ello.

Suspiró.

—¿Sí? —bostezó, pegándose el móvil a la oreja. Estiró la mano libre hasta ese idiota y le apartó el pelo de la cara.

—¿Hijo? ¡Oh, cariño, cuánto tiempo sin escuchar tu voz! ¿Estás constipado? Eso es porque sales en tirantes a la calle. Estamos en primavera todavía. Deberías taparte un poco más. Sora dice que eres muy descuidado con tu aspecto y ya sabes que...

—Cállate, mujer.

Se frotó los lagrimales con dos dedos. Sabía que esa conversación iba a ser terriblemente larga y agotadora, así que le echó un último vistazo a Donghae y se quitó la sábana de encima. Mientras ella hablaba sobre lo mucho que odiaba cuando se refería hacia su ser tan irrespetuosamente, Hyukjae salió de su habitación y fue al baño. Vació su vejiga y se limpió las legañas con una toalla húmeda.

—... antes me llamabas mamá —finalizó, con un suspiro lleno de nostalgia.

—Antes no me llamabas solo para pedirme favores.

—¡Yo no hago eso! Eres mi hijo y te quiero.

Hyukjae puso los ojos en blanco. Salió del baño arrastrando los pies.

—¿Qué quieres?

—Ven a casa la semana que viene. A tu padre le gustaría verte en el cementerio. Sora va a comprar unas flores para...

—No —respondió. Anduvo hasta la habitación y, aunque su primer impulso le dijo que entrara, se quedó parado en el umbral— Ese viejo puede pudrirse en el infierno.

—¡No hables así de tu padre, Hyukjae! Él solo quería lo mejor para ti. Eres un irresponsable y nunca te esfuerzas en nada. Tienes suerte de que pagáramos tus dichosos estudios de fotografía. Porque...

Nada. ¿Qué importaba lo que su madre dijera? Lo llamaba una vez cada dos o tres meses, se pasaba una hora destacando todas sus malas cualidades ("pese a las cuales lo quería, claro"), y luego le pedía alguna tontería como ir de visita al cementerio donde estaba enterrado su padre.

Hyukjae no quería discutir con ella aquella mañana. Ya tenía suficiente con sus propios pensamientos. Apoyó la sien en el marco de la puerta, observando al tembloroso pero dormido chico sobre su cama.

Maldito cobarde adorable.

Cerró los ojos, tomando aire profundamente.

—Mamá —pronunció.

—Dime, cariño —ronroneó, satisfecha.

—Déjame en paz. Ya tengo suficientes problemas por mí mis...

—¡Claro que tienes problemas! —le interrumpió chillona— ¿Qué, ya te ha vuelto la migraña? Si es que deberías ir al médico. Tienes una vida tan poco saludable. Deja de fumar y de beber y encuentra una novia. Alguien estable, Hyukkie.

Hyukjae se estremeció completamente. Si había algo que odiara sobre todas las cosas era ese dichoso apodo. De pequeño le había dado medianamente igual, pero con veinticuatro años solo esa mujer era capaz de pronunciarlo. Siquiera Sora lo usaba ya.

Inefable [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora