Capítulo 17

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Cuando Donghae despertó, no sabía dónde estaba. Le ardían tanto los ojos que era incapaz de abrirlos, y le dolía la cabeza como si sufriera una intensa resaca. Se removió en su lugar, descubriendo que estaba tumbado de lado en un espacio no más ancho que su cuerpo, con la mejilla apoyada en algo blando y suave. Un cojín. Gimió en voz baja. ¿Se había quedado dormido en el sofá de Hyukjae?

Se tumbó boca arriba lentamente. Su cuerpo también era un caos. La posición incómoda, los nervios, la tensión. El llanto. Estaba hecho un asco y no le apetecía hacer nada. No quería moverse, ni siquiera para respirar. Posiblemente hasta eso se le daba mal.

Hizo ademán de mover las manos y entonces descubrió que tenía algo encima de su cuerpo. Separó los párpados con cansancio y confusión, no recordaba llevar nada más que una camiseta de manga corta. Tuvo que frotarse los ojos para dejar de ver borroso. Era una manta. Se la quitó de encima perezosamente y se sentó en el sofá, apoyando los codos en las rodillas. Enterró la cara entre ambas manos.

¿Qué hora sería? ¿Cuándo se había dormido? ¿Cuánto tiempo había estado llorando? ¿Dónde estaba Hyukjae? ¿Por qué Hyukjae le había dejado dormir allí, por qué lo había tapado con una manta?

No quería pensar, y sin embargo, tenía tantas preguntas.

Se levantó para responder a las primeras. Las plantas de sus pies se resintieron ante el frío del suelo. ¿Y sus zapatillas? Movió los dedos dentro de los calcetines. No importaba demasiado. Echó a andar hasta la mesa donde recordaba que Hyukjae había dejado su móvil y su mochila. Allí encontró ambas cosas, la segunda con su libreta encima, cerrada. Recordó lo que había dicho Hyukjae de responder a sus preguntas y la abrió.

Lo había hecho. Todas las preguntas del trabajo de psicología y empresariales estaban contestadas. Sonrío débilmente, y la cerró porque no tenía ganas de leer.

Pasó al móvil, cuya luz no dejaba de parpadear. Tenía ocho llamadas y doce mensajes de Kyuhyun. No era extraño, teniendo en cuenta que, cuando miró el reloj, éste marcaba las doce y media de la mañana. Suspiró. Pasaban ya tres horas y media de las nueve. Había vuelto a hacerlo.

La había cagado otra vez. Y todo por sus estúpidos sentimientos. Su madre siempre lo había tratado así. ¿Qué sentido tenía llorar? Llorar no iba a cambiar nada.

Dejó el aparato en la mesa con un golpe seco. No quería leer los mensajes, no quería oír a Kyuhyun enfadado con él o, peor aún, triste porque lo había vuelto a dejar plantado. No quería contar que estaba en casa de Hyukjae. No quería hacer nada.

Absolutamente nada.

Arrastró los pies hasta la cocina. Aunque Hyukjae no estaba allí, encontró lo que buscaba en el primer cajón del estante junto a la nevera. Una caja de pastillas para el dolor de cabeza. Necesitaba una con urgencia y estaba clarísimo que alguien que sufría de migrañas iba a tener montones. No se había equivocado.

Se la tomó sin agua, tragando con dificultad.

—Al fin despiertas.

Dio media vuelta, ruborizado. Abrió la boca y señaló la caja de Ibuprofeno para explicarle por qué estaba en la encimera, pero Hyukjae simplemente no lo estaba mirando. El fotógrafo entraba en la cocina con dos bolsas de plástico, leyendo lo que parecía el tique de compra de un supermercado. ¿Venía de hacer la compra?

Donghae apretó los labios. Guardó la caja de pastillas en su sitio y volvió a girarse. Hyukjae acababa de dejar las bolsas sobre la mesa, con los labios torcidos.

Cuando por fin recibió una mirada de los ojos negros, no supo qué hacer ni qué decir. ¿Debía darle las gracias o simplemente dejarlo pasar? No conocía a Hyukjae lo suficiente como para entender aquella situación completamente. Tampoco tenía ganas de pensar demasiado.

Inefable [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora