Capítulo 40

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—¿Busan? Eso está como... en la otra punta del país —dijo, abriendo el paquete de galletas Oreo.

Se acomodó sentado a lo indio sobre el colchón y sacó una. La abrió, llevándose a la boca el lado en el que se había quedado pegada gran parte de la nata para lamerla.

Hyukjae se mantenía a su lado aunque en pie, doblando las prendas que luego iba a meter en la maleta, pero le dedicó una mirada llena de lascivia que él respondió relamiéndose coquetamente.

Había llegado a la casa del fotógrafo sobre las diez de la mañana, temiendo que éste ya se hubiera ido sin poder despedirse de él cara a cara. Cuando Hyukjae le había abierto, medio dormido y lo había mirado con la cara llena de confusión, no había podido hacer otra cosa que lanzarse sobre él en un empalagoso abrazo.

Hacía aproximadamente una hora de aquello, pero entre besos y hablar de cosas que realmente no tenían mucho sentido, el tiempo se le había pasado volando. Igual que esas tres semanas que llevaban teniendo "algo" sin dejar de ser "nada". Cada vez era más fácil, más divertido y más emocionante estar con Hyukjae. Aunque solo se mantuviera comiendo galletas junto a él.

Esas cosas tan cotidianas eran incluso más íntimas que el propio sexo.

Le vio doblar el pantalón del traje que iba a llevar en la boda sin dejar una sola arruga en él. Tranquilo, terminó su primera galleta y cogió otra para repetir el proceso mientras miraba el armario abierto. Era gracioso cómo él seguía desordenándolo cada vez que despertaba totalmente desnudo y el mayor no se molestaba. Claro, que tampoco le recriminaba nada cuando aparecía lleno de chupetones y con solo una camiseta suya en el comedor.

¿Se había acostumbrado de verdad? ¿O le gustaba demasiado como para admitirlo en voz alta?

Fuera como fuese, Donghae alzó orgullosamente la barbilla. Atrapó en su cuadro de visión su camiseta favorita y volvió a mirar a Hyukjae.

—¿Puedo quedármela hasta que vuelvas?

—Pensaba llevármela —respondió, sin dejar de doblar una camiseta de tirantes.

—Pero si nunca te la pones —se quejó. No le resultaba extraño que el mayor supiera a qué se refería, después de todo, la usaba siempre que podía. Por eso mismo le molestaba la respuesta de Hyukjae.

Esperó a que lo mirara para alargar un puchero enfurruñado hacia él. Con el paquete de Oreo entre las piernas y los dedos manchados de polvillo negro, se cruzó de brazos.

Hyukjae puso los ojos en blanco.

—Sigue siendo mía.

—Solo porque tú la compraste. Yo soy quien pasa más tiempo con ella.

—Pues esta semana me apetece llevármela de viaje.

—Seguro que luego la dejas abandonada en la maleta. Pobrecita.

—Es una camiseta, Donghae, no un ser vivo.

Y aunque Hyukjae dijo eso, él se levantó de la cama, anduvo hasta el armario y tomó esa enorme camiseta azul y amarilla. Acarició la pequeña cámara bordada en el pecho con cariño. Se la abrazó al torso y volvió a su lugar meneando las caderas para sentarse de nuevo con las piernas cruzadas sobre la cama.

—Sin tan poco te importa, escoge otra y deja que me la quede —lo retó, ladeando la cabeza. La opción de pedirle que se la regalase definitivamente también pasó por su cabeza, pero entonces perdería la gracia. Lo que más le gustaba de esa prenda era precisamente su dueño.

Incrédulo, Hyukjae se frotó el puente de la nariz con dos dedos.

—No me puedo creer que estemos discutiendo por una estúpida camiseta —murmuró, negando con la cabeza.

Inefable [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora