capítulo 23.

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«Veinte de diciembre, es sólo veinte diciembre» me digo a mí misma mientras miro desde la cama hacia la ventana. Aprieto la almohada fuertemente mientras intento controlar mis pensamientos, generalmente estos días solían ser malos, llenos de gritos, peleas, golpes, lágrimas y todo por Nadia (mi madre) pero había un detalle, ella ya no estaba, eso significa que hoy no será un veinte de diciembre igual. Aunque no podía evitar sentir el mismo nudo de siempre oprimiendo hasta la última vena de mí corazón, sentía la misma tristeza de los veinte de diciembre, aunque en realidad todos los días estoy triste, sólo que hay veces que estoy menos triste.

«Hoy será un veinte de diciembre diferente, lejos de mí madre y de todo aquello que me hace mal» mentalizo.

Como todas las mañanas despejo las cortinas para que los rayos del sol toquen cada esquina de mí habitación. Elijo la ropa que me voy a poner, la dejo sobre la cama y luego me meto al baño; dejo que el agua se deslice por mi cuerpo libremente, cierro los ojos y siento el contacto de ella sobre mi piel.

-levántate, es un día normal- dice mientras me aparta las sábanas de manera brusca del cuerpo..

Aprieto los ojos fuertemente.

-Prepara mi trago. Saldré un momento, cuando regrese quiero encontrar todo limpio.

-Hoy es mi cumpleaños- le recuerdo.

-¿En serio? Felicidades- dice antes de salir de casa.

Me echo a llorar en un rincón de la sala mientras le pido a Dios que me desaparezca.

Me dejo caer en la bañera.

—Tranquila, todo estará bien. Solo respira y olvida todo— susurro para tranquilizarme. Aprieto los ojos tan fuertes que creo que saldrán volando de su sitio.

-¿Porqué no puedes ser una madre normal? Que me felicite el día de mí cumpleaños y qué me despierte con una canción. Carmen le compró un pastel a Fabiola el día de su cumpleaños ¿por qué nunca has hecho lo mismo conmigo? ¿por qué en vez de eso me despiertas a gritos y golpes?- me mira con los ojos muy abiertos, tanto que me asusta.

-¿Me estás diciendo que soy una mala madre?- pregunta mientras se levanta de la cama y camina lentamente hacia mí- Eres una niña malcriada y malagradecida.

-No... No.... Estoy di... Ciendo eso.

-¿Y qué estúpida? Apenas tienes nueve años y mira como te expresas...

-De hecho hoy cumplo diez.

-¿No es el diez de abril?

Niego lentamente con la cabeza, una lágrima se desliza por mi mejilla.

-Bueno ese no es el punto. Soy una mala madre según tú, pero nunca te ha faltado nada.

¿Nunca? ¿en serio?

-¿Por qué no te largas de aquí mejor? Así sales de mí, como soy una mala madre. Ahí está la puerta ¿o prefieres que te lleve?

Me agarró con fuerza del brazo y me sacó de su habitación a la sala.

-No mamá, no quise decir eso.

-Ya me tienes harta maldita- abrió la puerta y me empujó hacia fuera, provocando que cayera de rodillas al suelo- Ya estás libre, largo de mí vista y no vuelvas- gritó con fuerza.

-Ya mamá por favor.

Me paré de prisa para entrar a casa pero cerró la puerta en mí cara tan fuerte que si no me echo hacia atrás me rompe la nariz.

AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora