Capítulo 5

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A la mañana siguiente me encuentro de pie y ya lista, siendo a penas las seis de la mañana. Hoy es mi primer día como empleada en la floristería de Carmen y quiero estar allá temprano, porque aunque Carmen sea una persona de confianza tengo que ser responsable y cumplir con las reglas como un empleado normalmente haría. Fui hasta la cocina para ver que encontraba para desayunar. Me giro sintiendo una mirada clavada en mi espalda. Veo a Daniel apoyado en el marco de la puerta.

—Hola.

—Hola— saluda emocionado.

—Pensé que aún dormías.

—No. Llevo un buen rato despierto.

—¿Vas a salir— ¿por qué he preguntado eso?

—Si. Hoy empiezas tu primer día de trabajo ¿no es así?— asiento sin entender— Pues yo te llevaré. Quiero conocer el lugar, con eso de que ahora vives conmigo— se encoge de hombros— Tengo que saber donde vas a trabajar. Tengo que estar al pendiente.

—No es necesario— murmuro.

—Claro que lo es, creeme. Es como si ahora estuvieses bajo mi responsabilidad, al menos yo lo veo así. Tienes diecisiete, todavía eres una niña. Yo ya tengo dieciocho.

No puedo evitar ocultar una pequeña sonrisa. Sólo las comisuras de mis labios levantadas unos centímetros de más.

—¡Ok! pues hago el desayuno y nos vamos.

—Si. ¿Sabes cocinar de todo?

—Si. Soy muy buena en la cocina y no es por presumir.

Sonríe.

—Que bueno, una chef en casa. Soy pésimo en la cocina. Ni te imaginas las veces que estuve por morir calcinado.

Me río sin poder evitarlo.

—No me molesta cocinar— me encojo de hombros.

—Genial.

—¿Qué quieres? ¿Panqueques o huevos y Tocinos?

—Hum...— piensa unos segundos— panqueques.

Me puse en acción a hacer los dichosos panqueques. De vez en cuando sentía la mirada de Daniel sobre mí e instintivamente yo miraba y antes de que mi mirada chocara con la de él, la apartaba. Tenía su celular en la mano, mientras tecleaba de vez en cuando, algunas sonrisas se le escapaban. De seguro estaba hablando con su novia. Cuando termino de los panqueques los sirvo sobre la barra, me siento al frente de Daniel a comerlos, él deja el celular de lado y se concentr en el desayuno. Me mira y sonríe. Le devuelvo la sonrisa.

—Esto está riquísimo. No mentiste ¿he? ¿Quién te enseñó a cocinar?

Me encogo de hombros.

-Creo que la vida y algunas situaciones. Mi mamá a veces no estaba en casa o simplemente no cocinaba, entonces lo hacía yo.

-Oh- es lo único que dice.

Tras a ver terminado el desayuno ambos tomamos zumo de naranja, después salimos del departamento para ir directo al auto. En el camino no pude controlar mis ojos, ellos no dejaban de ver la espalda de Daniel, él iba unos cuantos pasos delante de mí, tenía su celular en las manos nuevamente mientras tecleaba y sonreía. Su espalda era ancha, sus brazos eran fuertes, no tan horrendos y horrorosos como los de los tipos de la lucha libre, no, era fuerte, pero no así. Era alto, me llevaba unos buenos centímetros de más.

También en estos últimos días he notado que tiene una pequeña debilidad por el color negro y por el azul oscuro. Además nose porque me gusta tanto verlo sonreír, se le hacen unos muy lindos hoyuelos en las mejillas cuando lo hace, ha de ser por eso. Su cabello, eso es otra cosa que lo hace ver realmente guapo, es increíble que aún estando desordenado luzca tan bien.

AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora