Maratón 2/2

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                                 <Maratón 2>

—¿En serio le devolverás todo?— pregunta Fabiola observándome meter las cosas en una caja.

—Obvio, no me pienso quedar con nada de ese bastardo.

Se queda en silencio comiendo de su Nutella, si, solo venía aquí a acabar con la comida aprovechándose que sobraba.

Por último echo su querido IPhone en la caja, ya he comprado otro más temprano. Estaba decidida a devolverle todo, hasta el guillo que me regaló, no tenía sentido que me quedara con esas cosas.

—¿Me acompañarás o te quedarás aquí?— le pregunto tomando la caja.

—Voy ¿Puedo comer en el auto de tu chófer?

Asiento.

Ahí puedes hacer lo que quieras.

Se queda pensativa por unos instantes mientras bajamos las escaleras.

—¿Hasta coger?

—¿Que haré contigo?— pregunto negando.


•••


Cuando estoy a punto de darme por vencida después de haber tocado como veinte veces la puerta es abierta. No me sorprende que sea Georgina la que abra la puerta, me imagino que ahora que no estoy frecuenta el departamento seguido, al menos si lleva ropa puesta.

Su cara de niña inocente y buena a veces me pone en duda de ciertas cosas ¿cómo una persona que se ve tan angelical puede estar tan jodida? Aunque digamos que esas personas así son las peores, en todas las películas de Pixar el villano termina siendo quien menos pensamos, eso es siempre, es como "vamos a hacerles creer que es bueno y al final revelamos que es el villano".

—Hola Natalia, puedes pasar— saluda con su mejor sonrisa, haciéndose a un lado para que yo entre.

Lo único que hago es arrastrar la caja con el pie hasta dentro.

—No gracias.

—¿Y eso?— curiosea mirando la caja. 

—Sólo se lo das a Daniel, ya él sabrá lo que hará.

Al llegar a la casa reviso mi bandeja de mensajes rápidamente, con la esperanza de que me haya mandado un mensaje aunque sea siendo borde o reclamando. Si, para ilusa que me busquen, está mas que claro que dignidad no poseo.

Casi quiero chillar como niña pequeña, estoy teniendo la ley del hielo de su parte.

—Lo odio, lo odio mucho— gruño haciéndome una bolita en el sofá pequeño que me compré para mi habitación.

—¿A quién?— pregunta Fabiola tragando un pedazo de tarta de durazno.

Les dije que solo venía por comida. 

—A Daniel.

—Tú te buscaste la ignorancia de su parte, ahora sufre en silencio que estoy comiendo.

Le saco el dedo del medio.


•••


Cuando voy entrando a la universidad lo veo recostado del auto con una chica a su lado mirándolo como si fuera la última gota de agua en la humanidad.

Asco.

—Natalia.

Me giro al escuchar mi nombre.

AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora