Capítulo 51

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Sólo es un bebé, nada del otro mundo ¿cierto? ¡Oh vamos! ¿A quien intento engañar? Estoy que me cago del susto. Apenas tengo dieciocho años, rumbo a los diecinueve. A penas tengo fuerzas para cuidar de mi misma, no puedo cuidar de un niño.

Definitivamente esto no estaba dentro de mis planes.

¿Como pasó? Daniel  y yo siempre nos cuida... ¡Por Dios no! No siempre nos cuidábamos, pero él nunca se venía dentro. Somos un fracaso para la sociedad.

—¿Por qué no dejamos a los padres solos?— rompe el silencio Ángela.

¿Padres? No no y no, me rehúso a aceptar tremenda barbaridad. Seguro esa doctora se equivocó.

—Seguro se ha confundido

La doctora niega con la cabeza.

—No cielo, llevas un niño en tu vientre.

Tomo aire.

—Es que no puede ser cierto— me llevo ambas manos a la frente  

Todos abandonan la habitación en segundos, haciendo caso a lo que dijo Ángela anteriormente.

Ni siquiera tengo valor para mirar a Daniel a los ojos, no tengo valor para nada.

—¿Como permitimos esto?— pregunto intentando recuperar mi voz

Él se encoge de hombros y se deja caer en el sofá que está al lado de la camilla.

Se nota que la está pasando igual o peor que yo. ¿Y si no lo quiere? Tengo tantas preguntas a las cuales no logro encontrarles respuestas.

Está mas que claro que un bebé no estaba dentro de mi lista de planes, ni siquiera tengo una lista de planes, pero obviamente lo del bebé iba después de haber finalizado mis estudios, NO ANTES. Esto está mal, muy mal.

¿Cómo me haría para asistir a clases con una barriga? Todos se burlarían de mi, aunque eso está dentro de las cosas que no me importan.

—¿En que piensas?

Desvío mi mirada hasta Daniel, sin pensarlo dos veces me deslizo por la camilla hasta a estar a poca distancia del sillón en el que se encontraba sentado.

—¿Porque rayos no nos cuidamos?— la pregunta sale antes de que pueda detenerla.

Daniel se encoge de hombros y lo que hace a continuación me deja más confundida de lo que estaba antes, se ríe a carcajadas. ¿Esto lo dejó loco?

—¿Que te pasa?— pregunto confundida.

—No nos veo a nosotros— nos señala a ambos— siendo padres.

Formo una mueca algo extraña con los labios.

—Yo nunca he cambiado un pañal, tampoco he calmado el llanto de un bebé, ni mucho menos sé sacarle los gases— admito en voz alta.

—Estamos jodidos— termina Daniel.

Nos quedamos en silencio, un silencio incómodo, en este momento todo me resultaba excesivamente incómodo, incluso respirar por ratos se me estaba haciendo incómodo.

La palabra «bebé» no dejaba de resonarme en la cabeza. 

Aún mantengo la esperanza de que la doctora entre nuevamente por esa puerta y me diga que todo fue un error del hospital, que no estoy embarazada, que la disculpe. Le doy unos minutos para que entre, no me desesperaré.

—Ya verás como entra por esa puerta y lo niega todo— afirmo en voz alta.

—¿Quien?

—La doctora.

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