Epílogo

349 24 30
                                    

Natalia.

                              ~14 años después

—¿Confirmaste el debate con el señor Lederman?—mi secretaria asiente— ¿Llamaste a la señora Smith?— Raquelli vuelve a asentir— ¿Y la cita con...

—Todo está en orden, Natalia. ¿No crees que necesitas unas vacaciones? Estás muy estresada— me mira seriamente.

Suelto el aire que no sabía que llevaba retenido por un largo tiempo, me estiro hacia atrás en la silla reclinable llevando mi mano derecha al cuello, hago una mueca de dolor cuando toco esa zona. Necesito un masaje o unas vacaciones.

Creo que después de todo si necesito unas vacaciones y también un masaje, pero las vacaciones las necesito más que cualquier otra cosa ¿hace cuánto no tomo unas? Hace dos años y medio, sonrío al recordar esa vez en que mi familia y yo nos fuimos a las Bahamas, allá Samantha aprendió a nadar.

—Tienes toda la razón, Raquelli. Cancela absolutamente todo, ambas necesitamos unas vacaciones— afirmo tomando mi saco del espaldar de mi silla— nos vemos en un mes.

Salgo del consultorio que monté con tanto esfuerzo y entusiasmo. Trabajé muchísimo para ponerlo, Daniel se molestó conmigo por no recibir su ayuda pero al fin y al cabo entendió que era algo que quería hacer yo. Me gradué de Psicología hace unos años, luego busqué un trabajo porque lo de la floristería no me era suficiente, ahorré, monté el consultorio y ya hasta tengo mi propia secretaria y me siento súper feliz de poder ayudar a la gente con sus problemas.

Aparco el coche cuando llego a nuestro departamento, sonrío al ver el coche de Dan al lado del mío, eso significa que llegó temprano a casa. Al entrar al departamento lo primero que escucho son los gritos del pequeño Oliver, lanzo mi bolso a un lado sin mirar donde cae y sigo los gritos con pasos apresurados. El pequeño se encontraba en medio del baño y su hermana en una esquina.

Me arrodillo para quedar a su altura.

—¿Que ha pasado, cariño?

—Ella— señala a su hermana.

La misma cruza sus brazos encima de su pecho y alza una ceja.

—Es un asqueroso, no se quiere duchar.

La reprendo con la mirada.

—¿Que te he dicho sobre el respeto, Samantha?

—Que debo respetar a todos por igual incluso si sus ideales no van con los míos— dice torciendo los labios.

—Haz irrespetado a Oliver, ya sabes lo que tienes que hacer.

La niña se acerca a su hermano apenada y le da unas palmaditas en su cabeza.

—Perdón, Oli.

El niño asiente.

—Y ahora señorito ¿por qué no te quieres duchar?

—No me gusta el agua fría— hace un puchero.

—Podemos poner agua caliente, no hay problema.

—Tampoco me gusta el agua caliente.

Arrugo la cara y Samantha se echa a reír, yo sin poder evitarlo hago lo mismo. Este niño es un caso.

—Tienes que ducharte sino los gusanos se adueñarán de tú cuerpo y se comerán cada minúscula parte de él.

El niño me mira horrorizado y se mete a la bañera. Suspiro con alivio, me pongo de pie y le sonrío a la niña.

AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora