Capítulo 20

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Después de tanto tiempo seguía estando igual de demacrada, con abundantes ojeras debajo de sus ojos, su pelo en un intento de estar peinado pero aún no lo lograba, aún seguía utilizando esos trapos que ella se empeñaba en llamar ropa. Sus ojos me miraban con pena, con un extraño brillo, quizás es una de sus técnicas para engañarme, antes las utilizaba cuando me escondía para que no me pegara. Sus labios estaban muy resecos, tanto que se veían blancos, aunque detrás de todo ese desastre de mujer se podían observar esos ojos verdes al igual que los míos y ese cabello negro tan parecido al mío, sólo que el de ella es más corto.

—Natalia— vuelve a musitar, esta vez dando un paso más cerca de mí.

—No te me acerques— digo rápidamente.

—Hija, ¿cómo me dices eso? Sí te he estado buscando estos últimos meses.

Ya estábamos siendo el centro de atención de los clientes y trabajadores del supermercado. Un circo montado, así como siempre ha sido mi vida con ella. Me mira haciéndose la inocente, ¡Dios! ¿de dónde había sacado esa capacidad para mentir tan bien? Sí era toda una experta.

Tomo mis bolsas con rapidez y empiezo a caminar hasta la salida. Siento su mano en mí brazo así que lo aparto con brusquedad, un escalofrío me recorre.

—¡No me toques!— grito enfrentándola.

—Soy tú madre. ¿cómo me dices eso?

—No eres mi madre ¡cállate!

Se acerca rápidamente a mí, bloqueando mi camino.

—Vas a volver conmigo— susurra.

—No. No quiero volver a verte nunca.

Me toma fuertemente de la muñeca.

—Todavía estás bajo mi responsabilidad y hasta que no seas mayor estás bajo mi custodia; por si no sabes de leyes, estúpida.

De un empujón la aparto y salgo a toda prisa del supermercado, empiezo a correr con las bolsas de la compra en manos, corro lo más que puedo, las personas me miraban como si estuviese loca, pero ellos no están en mí lugar. En estos momentos no sienten el miedo que se apodera de mí cuerpo. Me digo mentalmente que no puedo mirar atrás, porque si lo hago probablemente me vaya de bruces al suelo así que sigo corriendo.

—Natalia— escucho su grito— ¡Vuelve aquí!

Corro más rápido cuando escucho el sonido de sus zapatos sobre el asfalto, doblo a la derecha justo por un enorme callejón, así se me facilita todo porque no tengo inconvenientes de llevarme a la gente por el medio. Sigo escuchando sus zapatos y me desespero, las bolsas se me interponen en el medio provocando que tropiece y me vaya al suelo cayendo sobre un charco de aguas negras, suelto un sollozo junto a un grito de frustración, gateo rápidamente por el suelo, miro hacia atrás, tiene una sonrisa diabólica en la cara, intento pararme del suelo pero su pie en mí espalda me manda al suelo de nuevo. Me toma del pelo y me levanta con fuerza del suelo, por su increíble fuerza a veces dudo que sea mujer.

Esos ojos que antes tenían un brillo extraño ahora no son más que dos ojos llenos de veneno y maldad mezclada con odio.

—Eres tan estúpida— se burla en mí cara— Tan insignificante ¿pensaste que nunca te encontraría? No sé porque dudas de mis habilidades.

—Déjame ir, por favor— suplico ntre sollozos.

—Así te quería volver a ver, suplicandome que te deje, que te suelte, que no te pegue. Como te extrañé Natita bonita.

Me sujeta más fuerte del cabello pegándome más a su rostro.

—¿Dónde estabas, idiota? Todas las mañanas tengo que preparar yo misma mis tragos, ya no estás ahí para limpiar la casa ni para conseguir dinero para mí. Esto lo pagarás caro.

AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora