Capítulo 37

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Arrastro la maleta por todo el salón hasta llegar a la otra punta de éste, la dejo justo al lado de la puerta; me giro esperando encontrar a Daniel, pero no, desde muy temprano en la mañana se encerró en su habitación, ni siquiera salió a almorzar conmigo a pesar de que llamé varias veces a su puerta. Odiaba de manera sobrenatural cuando se comportaba como un crío, me irritaba sobremanera.

Intento por última vez llamar a su puerta, pero como me lo imaginaba el intento fue en vano. Dando grandes zancadas tomo mi maleta y salgo del departamento, tomo el ascensor y cuando estoy en la última planta me despido de George, el cual mira hacia el ascensor me imagino que esperando ver a Daniel salir por éste.

—¿Dónde está?— pregunta.

—Ya sabes, actuando de manera inmadura. Sólo serán dos meses que estaré fuera pero te pido que lo cuides mucho, no lo dejes cometer una locura.

—He durado mas tiempo lidiando con él— responde rodando los ojos de manera graciosa, lo que hace que ría— tranquila, ésta vez no será un problema.

—Te lo agradezco mucho, George.

Antes de marcharme le doy un gran abrazo, detengo a un taxi y me subo en éste con rumbo a mi antigua casa. Mientras sigo sentada en el vehículo le mando un mensaje a Dan esperando que me responda, pero pasan algunos minutos y no lo hace, inclusive sube en línea y no lo ve.

Definitivamente lo detesto cuando está así, parece mujer con ataques menstruales, y creo que mucho peor. Trato de despejar la mente escuchando un poco de música, pero hasta la patética letra coincide con mi miserable vida.

Le pago al taxi cuando llegamos, me ayuda con la maleta colocándola en la entrada. Suspiro unas tres veces antes de tocar la puerta, le sonrío de manera falsa a Nadia cuando me sonríe e incluso me abraza.  La hago a un lado cuidadosamente, dándole a entender que no quería su falsa muestra de afecto, lo que no hizo antes conmigo que no lo quiera venir a hacer ahora. Arrastro la maleta hasta la que era mi antigua habitación; arrugo la frente al percibir un mal olor, se nota que después que me fui ni siquiera ha quitado el polvo. Lo primero que hice fue buscar un trapeador y ponerme a limpiarlo, cuando terminé algunas horas después acomodé mis utensilios personales en la mesita de noche, era la único que pretendía sacar de mi maleta, solo duraría dos meses, no tendría porque colgar mi ropa. Saco mi celular del bolsillo para ver si Daniel respondió pero aún no da señales de vida, suelto un bufido y tiro el celular de mala gana a la cama. Me voy al baño para darme una ducha, necesito un baño de agua helada huyendo o sino moriré de un derrame cerebral por causa de ese idiota.

                                        ▪▪▪


Tomo las mejores frutas y verduras del mercado; he venido a comprar alimentos de acorde con la dieta que le han asignado a Nadia. En el transcurso del camino me he encontrado a mi ex crush; si, tenía un crush desde el kinder, ni siquiera sé lo que le hallaba al rubio teñido ese, lo único bonito es su cabello ¿saben el bullyng que sufrí en sus manos cuando se enteró que me gustaba? Fue horrible todo lo que pasé en la primaria e incluso en la secundaria. Al fin conocí a Daniel y pude superarlo.

Cuando paso por la tienda que es de su padre sólo lo miro con un dejo de superioridad lo que lo deja babeando, punto a mi favor.

Regreso a casa después de haber realizado la compra, Nadia se sorprende cuando me ve llegar con todo.

—¿Quieres una sopa?

Asiente.

—Te traje un reloj para que te acuerde la hora que te toca beberte tus medicamentos.

—Muchas gracias, hija.

Sólo me encojo de hombros y voy a la cocina a prepararle la sopa. Vuelvo a chequear el celular y me decepciono nuevamente al no ver ningún mensaje, tenía tanta rabia, no era tristeza, era una ira increíble acumulada al ver lo estúpido que podía ser ese idiota. Hice la sopa tan de mala gana que no dudaría en que le haga daño a Nadia, me encerré en mi habitación con los audífonos puestos para olvidarme de todo.

                                            ▪▪▪

Al otro día en la universidad lo espero con ansias en la puerta de su salón, pero tuve que marcharme al ver que ya se hacía tarde y no llegaba. Gruñendo me siento en mi lugar justo al lado de Ángela la cual no dice ni una sola palabra al ver mi cara y se lo agradecía, nunca me hubiese sentido con tanta rabia acumulada.

Le pedí tanto a Dios que las clases pasaran rápido que así mismo fue. Llegó la hora de almuerzo y junto a Ángela salgo a la cafetería, sólo tomo un refresco ya que ni hambre tengo. Nos sentamos en la mesa una al frente de la otra, ésta me mira achicando los ojos.

—¿Qué te pasa? Estás rara— dice.

—Estoy molesta, muy molesta; eso pasa— va a hablar pero la interrumpo— Si, por Daniel y su tonta inmadurez.

—¿No aceptó el echo de que te fueras?

Niego repetidas veces.

—Iba a ir a su departamento en el tiempo que estuviese fuera ¿es tan complicado ponerse en el lugar del otro?

—Él está mal de la cabeza y lo sabes.

—Lo odio.

—Creo que ahí viene junto a los patanes del equipo de fútbol.

Me volteo para confirmar lo que dice Ángela y efectivamente va caminando hacia la mesa del centro con los chicos del equipo de fútbol, nuestras miradas chocan, intento hacer algo pero me quedo pasmada, mi boca se cae casi al suelo al ver que pasa totalmente de mí; me ignoró, esto definitivamente no acaba de pasar.
Me volteo dándole la cara a Ángela aún sin cerrar la boca.

—¿Tú viste eso?— pregunto atónita.

Asiente igual de sorprendida que yo.

—No puedo creer que haya hecho eso.

—Si lo hizo.

Ahora me siento peor, y lo malo es que la rabia ha sido reemplazada por la tristeza. Le doy un sorbo largo al refresco. Cuando se termina el receso me apresuro en alcanzar a Daniel para que hablemos, cuando estoy justo a su lado le topo el brazo, me mira de reojo, al ver que me ignora ésta vez me le pongo al frente.

—¿Que te sucede?— casi chillo.

Ni siquiera me mira a los ojos, solo me pasa por alto, como si fuese una pared que estuviese frente a él. Mis ojos se cristalizan al notar su indiferencia, ¿que le pasa? Definitivamente no es el Daniel que conozco.

—No es la manera de actuar, yo...

—Ya estoy harto de tus discursos acerca de mi inmadurez.

—Pues no deberías estarlo, todo lo que te digo...

—Me entra por un oído y me sale por el otro— continua la frase de manera incorrecta.

—Eres un imbécil en todo el maldito sentido de la palabra, un imbécil e inconsciente que no entiende a los demás— grito ya harta.

—Eso ya lo sé— dice y empieza a caminar por los pasillos.

—Terminamos— susurro lo suficientemente alto para que lo escuche.

Detiene sus pasos, pero no se gira, muero por ver su reacción pero no me da el gusto y sigue caminando desapareciendo por completo de mi vista.

Mis ojos vuelven a cristalizarse por segunda vez, pero no me iba a permitir llorar, no más. Si él quiere jugar así, pues vamos a jugar el mismo juego a ver quien sale vencedor.

Me marcho a mi próxima clase echa un desastre, pero intento lidiar con todo muy a mi pesar. Ángela solo me manda mirada de reojos pero no dice nada, se lo agradezco muy en el fondo.

Cuando terminan las clases, sigo mi rutina en orden, voy hacia la parada de autobuses, espero que pase el autobús, me subo y voy hacia la floristeria. Allá las horas pasan tranquilas y rápidas, platico un poco con Fabiola sobre lo de hoy, me da la razón en todo momento afirmando que Daniel tiene la mente de un crío. Vuelvo a casa con los ánimos por los suelos, espero y Nadia no esté de insoportable ya que no estoy para aguantarla, cuando estoy por cerrar la puerta de la casa veo un auto idéntico al de Dan estacionado en la esquina, tiene las luces apagadas, no puedo distinguir si hay alguien dentro o no ya que los cristales son muy oscuros al igual que el de Daniel, salgo de casa lista para acercarme, cuando voy bajando los peldaños el auto arranca a muy alta velocidad.

Bien, creo que ahí está mi respuesta.

                            

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