Capítulo 9

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—Mi madre quiere que vayamos a cenar a casa esta noche— dice Dan mientras escribe en su libreta.

—¿Cena formal o...?

—No te preocupes, vamos vestidos casual, es una cena común y corriente.

Suspiro tranquila.

Nos encontrábamos en mi habitación estudiando, Daniel llenaba unos ejercicios de cálculo y yo estudiaba uno de esos exámenes robados de la prueba de admisión. Por cierto, mañana es el gran día, el definitivo, el día en que sabría si me aceptarían o no en aquella universidad, esperaba sacar uno de los más altos porcentajes, necesitaba ingresar a esa universidad porque ya me había hecho ilusiones con estudiar allí. Algo que me ayudaba mucho era tener lo que iba a salir en aquella prueba conmigo.

Miro por sobre la hoja de color blanco a Daniel, se encontraba demasiado concentrado en lo que hacía, mientras resolvía el problema numérico su rostro recreaba una forma fruncida, con los labios ligeramente apretados y en la frente escapándose un par de arrugas que lo hacían ver irresistiblemente hermoso. Me doy cuenta de lo impertinente que estaba siendo en aquel instante, estaba mirando con descaro a Daniel ¿desde cuándo yo miraba a un chico más de lo necesario? Nunca, sólo con Daniel me pasa eso.

Decido volver a fijar mi vista en el examen que tenía entre mis dedos y dejar de mirar al chico que se encontraba en la otra punta de la cama resolviendo la tarea de cálculo.

Luego de haberle ayudado con algunos ejercicios -al fin y al cabo no era tan mala con los números- y él respondiéndome alguna que otra pregunta del examen, nos fuimos a la cocina para picar algo de comer ya que estábamos cansados de estudiar y teníamos hambre a tal punto de nuestros estómagos crear melodías musicales. Volvimos a la habitación con un plato de galletas con chispas de chocolates y dos vasos de leche.


                                           •••

Admiro la casa que tengo en frente. No podía creer lo que estaba viendo; obviamente sabía que Daniel venía de una familia con mucho dinero, pero nunca llegué a imaginarme tal mansión. Para entrar tuvieron que abrirnos un gran portón de hierro negro, o mejor dicho, el portón se abrió sólo, de la misma forma en que se abrió se cerró. El auto pasó por un camino enroscado, rodeado por hermosas plantas multicolores que conformaban el hermoso y gigantesco jardín delantero de aquella casa. Cuando nos bajamos del auto pude admirar la casa más de cerca y sentir el suelo debajo de mis pies. Se respiraba aire fresco, incluso se sentía un viento agradable en aquel lugar. No pasaban de ser las seis y algo de la tarde, todavía quedaban destellos de sol en el cielo que empezaba a oscurecer detenidamente. Empezamos a avanzar hasta la entrada de la casa. Era como estar en una película de Disney, me sentía en otro planeta, no me sentía ser de la tierra. La casa por dentro era mucho más bella que por fuera, iba pintada de un color hueso al igual que las paredes de fuera, en medio de la casa estaban las escaleras, habían un par de escalones, uno en cada lateral, mientras que en la segunda planta, justo en medio se podía observar un pasillo que de seguro conectaba con las habitaciones. Habían unos sofás color crema con su respectiva mesita de centro, justo pasando el par de escaleras se podía observar una puerta entre abierta de ella venían ruidos de platos y utensilios de cocina.

—Mamá debe estar en la cocina— dice
Dan— Vamos.

Lo sigo por el enorme salón hasta la otra punta. Mis sospechas son confirmadas cuando él abre la puerta aquella; una cocina demasiado amplia aparece frente a mi ¿es que no hay una parte de esta casa que no sea tan enorme? ¡Oh por Zeus!

Me sorprende ver a la madre de Daniel parada delante de la estufa, me imaginé una cocina llena de empleadas de aquí para allá haciendo todos los quehaceres de la casa. Cuando Ana nota nuestra presencia se gira hacia nosotros con una sonrisa espléndida en el rostro. Toma un paño de la cocina, limpiándose las manos con él.

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