Capítulo 2

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Rápidamente me baja de la barandilla e hizo que mis pies tocaran el suelo. Me quedo mirando al chico a los ojos, él me mira como si yo estuviera loca; no lo culpo, yo que encontrara a una persona en esa situación pensaría lo mismo.

Lo miro más allá de sus ojos, era atractivo físicamente, tenía los ojos azules y el cabello castaño y una cabeza más alto que yo.

—¿Qué mierda pensabas hacer?— me regaña como si me conociera de toda la vida.

¿No es obvio?

Limpio mis lágrimas y me encogo de hombros. Él me mira a los ojos, retrocedo dos pasos.

—¿Por qué lo hiciste?— susurro.

—¿Por qué hice qué?—  pregunta confundido.

—Esto... Salvarme.

—Porque no creo que esta sea la solución a los problemas. Nadie tiene derecho a quitarse la vida, mucho menos una chica como tú. Tan... Bueno, nadie tiene el derecho de quitarse la vida.

Lo miro directamente a los ojos y paso un mechón de mi cabello tras la oreja.

—Gracias... Aunque ni siquiera debería darte las gracias, me haz interrumpido— miro abajo, mirando la corriente del agua.

Ahí hubiese podido estar si él no hubiese llegado. ¿Será que no sirvo ni para morir?

—No está bien esto... No deberías hacerlo.

—Tú no tienes mi vida, por eso lo dices. Cuando no le importas a nadie la única solución es esta— una lágrima se desliza por mi mejilla derecha.

—¿Quieres un abrazo?— pregunta de repente.

Lo miro extrañada por su repentina pregunta.

—¿Un abrazo? ¿Para qué?— pregunto confundida.

—Mi mamá siempre dice que los abrazos son buenos para solucionar problemas— se encoge de hombros.

No pude evitar sonreír. Antes de yo decir algo él me abraza, y yo le correspondo. Le tengo que dar toda la razón a su madre. Después de unos segundos se aparta lentamente.

—¿Mejor?— pregunta sin despegar su mirada de la mía.

Asiento.

—Sé que sólo llevamos como cinco minutos conociéndonos pero ¿no quisieras desahogarte conmigo? Las personas dicen que soy muy bueno para servir de paño de lágrimas.

No pude evitar reír.

—No te quiero aburrir con mi vida.

—De seguro ni me querré ir de tu lado escuchando tu historia. Vamos, podemos ir a algún lugar si quieres. Mi auto está aquí.

Miro detrás de él. Había un auto bastante lujoso parado en una esquina, casi detrás de nosotros. El auto a kilómetros se veía que era caro y de gente con mucho dinero.

—No. Lo mejor es que te vayas. Mira que ya es tarde y está lloviendo.

—Eso te digo yo a ti. ¿No deberías de estar en tu casa? ¿Acostada? No aquí, haciendo semejante locura— dice como si se tratara de un padre preocupado por su hija pequeña.

—Si. Ya me voy— me iba a dar la vuelta pero él me sujeta del brazo.

—¿No quieres que te lleve a tu casa?— se ofrece.

—No— me apresuro en decir— Gracias.

—¿Segura?— me mira algo dubitativo.

—Si, segura.

AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora