Rápidamente me baja de la barandilla y mis pies tocan el suelo con un golpe seco que me devuelve, de golpe, a la realidad. Me quedo mirándolo. Él también me observa, con una mezcla de sorpresa y reproche en los ojos. Seguro piensa que estoy loca. Y no lo culpo… yo pensaría lo mismo si encontrara a alguien al borde de lanzarse al vacío.
Tiene los ojos azules, como el hielo. Es alto, atractivo, con el cabello castaño que cae ligeramente desordenado. Pero nada de eso importa ahora.
—¿Qué mierda pensabas hacer? —me lanza de repente, con un tono más dolido que furioso. Como si me conociera de toda la vida.
¿No es obvio?
Me limpio las lágrimas torpemente y me encojo de hombros. Él no aparta la mirada. Doy dos pasos hacia atrás, como si su cercanía me quemara.
—¿Por qué lo hiciste? —pregunto con un hilo de voz.
—¿Hice qué? —responde, confundido.
—Esto… Salvarme.
—Porque esto no es una solución. Nadie merece morir. Mucho menos tú, que te ves tan… viva.
¿Viva? ¿En serio?
Quiero reírme. Quiero soltarle una carcajada sarcástica en la cara. Pero me contengo. No quiero faltarle el respeto a mi “ángel” de turno. Que no se note el sarcasmo.
Desvío la mirada, paso un mechón de cabello tras la oreja y susurro:
—Gracias… Aunque en realidad, no debería darte las gracias. Me interrumpiste.
Miro hacia abajo. El agua corre con fuerza bajo el puente. Ahí habría estado yo… si él no hubiera llegado. ¿Ni para morir sirvo? Dios, ¿es esto una especie de castigo? ¿Tan mal me he portado?
—No está bien lo que ibas a hacer… —dice con más suavidad.
—Tú lo dices porque no vives mi vida. Cuando a nadie le importa si existes o no, la única salida parece esta —una lágrima se desliza por mi mejilla, fría como la noche.
Se hace un silencio.
—¿Quieres un abrazo? —pregunta, de repente.
Lo miro como si estuviera loco. ¿Quién demonios ofrece abrazos a desconocidos a medianoche en un puente?
—¿Un abrazo? ¿Para qué?
—Mi mamá siempre dice que los abrazos arreglan el mundo —se encoge de hombros, como si fuera lo más lógico del universo.
Y, sin que diga nada, me abraza. Me quedo rígida. Sus brazos son cálidos, fuertes… seguros. Algo en mi interior se quiebra un poco. Después de unos segundos, se separa.
—¿Mejor?
Asiento sin hablar.
—Sé que apenas llevamos cinco minutos conociéndonos, pero… ¿quieres hablar conmigo? Dicen que soy un buen paño de lágrimas.
No puedo evitar reírme un poco.
—No quiero aburrirte con mi miseria.
—Probablemente me quedaría hasta el amanecer escuchándola. ¿Vamos? Podemos hablar en otro sitio. Mi auto está aquí cerca.
Miro detrás de él. Hay un coche lujoso estacionado, el tipo de auto que solo tiene la gente con mucho dinero. Me tenso.
—No. Mejor vete. Ya es tarde… y llueve.
—Eso te lo pregunto yo. ¿No deberías estar en tu casa, acostada? ¿No colgada de una barandilla?
—Ya me voy —digo, girándome para marcharme.

ESTÁS LEYENDO
Abismo
Fiksi Remaja"Un Aplauso A Los Ángeles Caídos" ©Todos los derechos reservados. Espectacular Portada Hecha Por: @Duxncs